El otro día compartir en mi twitter una imagen en la que se mostraban algunas fiestas de pueblos en la que la diversión central estaba relacionada con el maltrato a los animales. Y eran fiestas que hoy en día se siguen realizando.
Ahorcar perros, arracarles la cabeza a patos, apedrear gatos y ratas... Las variedades son muchas, sin olvidar, claro, todas esas festividades en las que se torturan toros y vaquillas. La tortura, para el ser humano, no es más que el plato central en unas fiestas.
¿Cuántos animales morirán solo para que una parte del pueblo, porque seguro que es una parte del pueblo, tenga una diversión macabra?
Luego nos extrañamos de que niños se dediquen a torturar animales, si lo ven de sus mayores. Si un niño ha crecido en un ambiente en el que el desprecio a los animales es algo habitual, el niño, cuando crezca, heredará ese desprecio a los animales.
Hablamos de los juegos, que si son violentos, pero peor es a veces la realidad, peor es a veces el niño que tiene desprecio por la vida de los animales, a quien ve como seres inferiores. De esto, a que vea como seres inferiores a compañeros de clase, familiares... solo hay un paso.
Se dice que los juegos son la mala influencia, pero peor son unos padres, unos abuelos, que llevan a los niños a ver como apalean animales indefensos, y encima les pide a estos que disfruten ante esa macabra imagen.