Tras la primera entrega, llega la segunda parte de filmin rádar a cargo de nuestro colaborador Montecarlo. Su oscuro y sádico objetivo: "Irreversible"de Gaspar Noé.
LAS FORMAS DE LA VIOLENCIA
Como señalaba, la agresión física es la más evidente, pero hay otras, porque la violencia es multiforme. En los films de Noé, la violencia psicológica resulta incluso más dura que la física porque, aunque no deje huellas perceptibles, a menudo produce un daño mucho mayor. Ahí radica el gran salto de Peckinpah a Noé: los films del norteamericano son, a pesar de todo, de una alta carga moral. Por el contrario, en los del argentino la degradación es constante. O tal vez sea más acertado pensar que son los personajes los que han cambiado, y que en el fondo Noé es tanto o más moralista que ?Bloody Sam?. (Por cierto, un apelativo que nunca le gustó).
Porque, no lo olvidemos, el director no se encuentra en los personajes, ni siquiera en la historia, sino en la mirada que aplica sobre todo ello. Por eso resulta un comentario frívolo limitar nuestra reflexión a una primera lectura del material, a una aproximación a la superficie (a la piel, si se me permite). Por descontado que no la negaré, pues está allí, y la reconozco como la zona de contacto sensible con el discurso del director, pero resulta necesario ir más allá: sea por profundizar, sea por entrar en el juego tan del agrado de los postmodernos.
Desde que Dios murió (Nietzsche dixit), nos hemos quedado solos. El certificado de defunción de un creador todopoderoso no ha impedido que algunos sigan creyendo en él, como es el caso de González Iñárritu, lo que le lleva a ejercicios controvertidos (como su ?21 grams?). Sin ánimo de criticarlo o defenderlo, creo que lo que resulta indiscutible es su capacidad para compartir con el público su reflexión entorno a ese debate de las causas últimas, (por muy pedante que se ponga a veces). Es una voz necesaria, una más (un punto de vista más) en una discusión sobre un tema que permanece abierto y, aunque innombrado, nos preocupa. (Ahí está Wes Anderson, que película a película y entre risas, insiste en recuperar lo irrecuperable). Hablamos de aquello que nos interesa, aunque a veces lo hagamos por omisión.
¿Y Noé? ¿Es sólo un tipo con mal gusto, un amante de la violencia que flirtea con los límites de lo que nos es permitido mostrar, (lo que nosotros mismos nos permitimos, como sociedad)? ¿O también él anda a la busca de la última verdad? Aunque la hipótesis pueda parecer descabellada, basta consultar el siguiente film del director para encontrar trazos de lo que digo: "Enter the Void" asocia y entremezcla nacimiento, recuerdos y reencarnación, temas que apunta de algún modo en "Irréversible" cuando muestra el poster de ?2001, A Space Odyssey? en la cabecera de la cama en la que yace Alex. (A quien le interese el asunto seguro que le entusiasmará la lectura de P.K. Dick, autor que Noé podría adaptar a la perfección).
PARADOJAS POSTMODERNAS Y EXPERIENCIAS RELIGIOSAS
Noé ha mostrado desde sus inicios la voluntad de construir una obra personal en la que no caben concesiones, ni al público ni a los productores, (a pesar de que su último film sufrió bastantes recortes). El trabajo de Noé es un ejemplo modélico de postmodernidad. Se trata de un producto autoconsciente, un cine que se sabe cine y que, asumiendo ese conocimiento, se muestra y actúa como un objeto y se referencia más a sí mismo que a la realidad. ¿Cómo se refleja eso en la pantalla? A través de una serie de efectos que el director ensaya una y otra vez: mecanismos y recursos visuales y narrativos con los que el director desafía al público.
Por momentos, recuerda a Terry Guilliam o a David Lynch. No tanto en las formas concretas como en el resultado que obtiene a través de ellas. Su discurso es profundamente desmesurado (y en eso también se acerca a Leos Carax, aunque los planteamientos vitales de ambos no coincidan). Como digo, Noé rueda sabiendo que está haciendo una película, y probablemente teniendo en mente que su público, cuando la vea, también será consciente de que está viendo un film, por mucho que la historia nos atrape. (El cine de este director no se dirige a un público inocente).
Recuperemos lo dicho sobre la violencia: el argentino está continuamente empujando a su público para que salga del relato, forzándolo una y otra vez a recordar que está viendo una película: véase esos bombardeos de tipografías estroboscópicas o estrategias como la advertencia de que es el momento de abandonar la sala que aparece en el fragmento final de ?Seul contre tous?. Al mismo tiempo, el director se esfuerza por agarrar a su público con fuerza y subyugarlo, atrayendo toda su atención hacia la narración.
En otras palabras, Noé sacude al espectador, lo zarandea, llevándolo y trayéndolo de la realidad a la ficción en un movimiento frenético. Y, en esa agresión espectatorial, Noé consigue ser técnicamente impecable a través de la imperfección, el ruido y la improvisación (falsa, sin duda, como muchas otras cosas en su discurso). Y esa es la paradoja: a través de algo (sea técnica, sea sentido del relato), el director alcanza su contrario. No voy a decir que con las películas de Noé se logre una experiencia religiosa, no en el sentido que planteó Paul Schrader en su ?Transcendental Style in Film: Ozu, Bresson, Dreyer?. Pero creo que tras ese revolcarse en el fango, Noé espera encontrar alguna liberación.
(continuará...)