Un grupo de antiguos amigos, que ya no tienen nada en común excepto un turbio episodio del pasado, se reúne en un refugio de montaña para pasar un fin de semana. La reunión sigue fielmente el guión habitual de estos casos, pero, en plena celebración, un acontecimiento externo alterará por completo sus planes. Sometidos a una creciente presión, cada individuo interpretará los acontecimientos según sus particulares obsesiones; y entre confesiones y rencillas largamente incubadas se irá recomponiendo un esquema sórdido e intrincado de las relaciones que los habían unido en el pasado, todo ello bajo la sombra de una amenaza cada vez más cercana y palpable.
Una amiga me habló de la adaptación al cine de este libro. La película parece que no la convenció del todo. Yo todavía no la he visto y dejaré pasar un tiempo para no hacer una comparación demasiado exigente.
El libro es ameno, sin más. Destripa las debilidades del grupo ante el peligro, las mentiras y pequeños rencores guardados durante años. El miedo que genera reacciones extremas y provoca explicaciones y justificaciones de lo más irracionales. ¿Una venganza o un final apocalíptico?
En una escena aparece un grupo de galgos, con su estilizada silueta, su delicadeza de movimientos. Se ve que el escritor conoce a esta maravillosa raza. Y yo aprovecho para dejar unas fotos de la reina de mi casa.