La Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha expresado su preocupación por la caída en la ayuda internacional destinada a la financiación de la educación en el mundo. Para ello, el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo (GEM) ha calculado que la ayuda a la educación debe incrementarse al menos seis veces para poder cubrir la brecha de 39.000 millones de dólares que supondría alcanzar el objetivo global de ofrecer calidad educativa de cara a 2030.
En 2015 se estima que más de 120 millones de niños y niñas no pudieron terminar sus estudios de primaria. La probabilidad de que los niños de las familias más pobres terminen la enseñanza primaria es cinco veces menor que la de los niños de las familias más ricas y un tercio de los niños sin escolarizar viven en zonas devastadas por guerras y conflictos.
Para Aaron Benavot, director del GEM, “a no ser que se emprenda una acción concertada y se otorgue a la educación la atención que no se le ha dispensado en los últimos 15 años, seguirá habiendo millones de niños excluidos de los sistemas educativos y podría quedar comprometida la visión transformadora del nuevo programa relativo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los gobiernos tienen que encontrar medios para movilizar nuevos recursos en pro de la educación. Por su parte, los socios internacionales deben velar por que la ayuda se distribuya entre los que más la necesitan”.
El balance de ayuda recibida en el África subsahariana descendió de un 49% en el año 2003 a un 28% en 2014, a pesar de que la región cuenta con la mitad de los niños sin escolarizar que hay en todo el mundo.
Entre 2013 y 2014, Francia, Japón, Países Bajos y España redujeron las ayudas un 40%. Precisamente en España, la Campaña Mundial por la Educación, que se celebró la semana pasada bajo el lema “La educación nos protege, protejamos su financiación”, organizó diferentes actos de movilización para reivindicar una financiación adecuada de la educación.
Una política eficaz para lograr que las escuelas resulten más inclusivas para los niños procedentes de grupos marginados debería abarcar la gratuidad de la educación (suprimir todos los costos relacionados con el uniforme, el transporte, la enseñanza y los manuales escolares), la formación de los docentes para la diversificación de los métodos de enseñanza y una mejor adecuación de las políticas lingüísticas y curriculares a las necesidades de los alumnos. Los programas y proyectos de alimentación escolar contribuyen a aumentar la escolarización como es el caso de los huertos escolares, que apoyamos e implementamos por ejemplo en Perú o Bolivia.