Vuelvo al blog después de varios días de ausencia y de grato trabajo en Londres. A menudo, cuando viajo, me preguntan si a trabajar o de vacaciones... Y la verdad es que me da mucho apuro llamar "trabajo" a asistir a un concierto o un espectáculo y escribir sobre él. Pero lo es, claro... Y más cuando, como es el caso, toca enviar la crónica después de la función, con la hora de cierre (una espada de Damocles, puedo asegurarlo) encima. Mi compañera del «Diario de Sevilla» Patricia Godino puede también corroborarlo.
Llevar el flamenco fuera de nuestras fronteras puede parecer tarea fácil. Es un arte que gusta a todos los públicos del mundo, que lo reciben con entusiasmo y entrega. Pero hoy en día es difícil -por no decir imposible- engañar a los espectadores; menos aún a los de ciudades como Londres, por donde han pasado, y pasan, los más grandes de nuestro flamenco.
La tarea, pues, es complicada, y más todavía cuando en dos semanas se suceden ocho espectáculos, de los cuales sólo dos se quedan en el Sadler's Wells más de una noche. Para esta maratón se necesitan muy buenos atletas, y Miguel Marín, director del festival, los tiene: Belén Seoane, Belén Castres, Rubén Sarralde... Todos ellos mantienen engrasado y dispuesto el complicado engranaje de un certamen así.
En lo artístico, la primera semana de este festival se ha saldado con sobresaliente. La taquilla ha respondido y se han registrado llenos o muy buenas entradas en todos los espectáculos. Todo vendido, claro, en el concierto de Estrella Morente, que suponía su primera aparición en un escenario desde la muerte de su padre, Enrique. Algo especial había en el aire esa noche, que el público inglés percibía aunque desconociera su causa. Los españoles (siempre jaraneros) sí lo sabían y arroparon a la artista granadina, que tuvo todo el tiempo en la garganta al cantaor desaparecido. Israel Galván se mereció las cuatro y cinco estrellas con que le premiaron los diarios británicos. Su baile heterodoxo, singular, su extraordinaria calidad, son incuestionables. Probablemente no haya hoy un bailaor tan importante como él; por eso me gustaría verle en manos de alguien que pueda explotar más aún su talento.
Miguel Poveda demostró en su recital su extraordinaria clase y ese plus (jerarquía y carisma) que le hace entrar en ese selecto club de los más grandes. El público lo aplaudió durante varios minutos puesto en pie. Mientras, en la sala pequeña del teatro londinense, bailaba Mercedes Ruiz, muy aplaudida también. Y la «Carmen» de Aída Gómez cautivó a los espectadores del Sadler's Wells. «Carmen» es un imán, una garantía, un seguro de vida para el flamenco, especialmente en el extranjero. Y esta versión de Aída, algo desigual en la narración, tiene todos los ingredientes para entretener y convencer.
Mañana martes arranca la segunda semana: Rocío Molina («Cuando las piedras vuelen»), Tomatito «Luz de guía») y Eva Yerbabuena («Cuando yo era») completan el programa de un festival que tiene mucho, pero mucho mérito.
Foto: Miguel Ángel Fonta