Conduzco hacia ti.
Atravieso tu cuerpo.
Vacilo en tus ojos.
En tu piel, pátina gris,
que penetra hasta tus huesos
y cava un cáncer de Nada.
Nadie escapa de ese gas,
que pulveriza tus tardes,
camuflado en las mañanas.
En tu mapa, no hay salida.
En tus montes, crecen canas.
La urbe languidece,
nana triste con diana.