Revista Cultura y Ocio
MirceaCărtărescu El ruletista
Aquella ruleta con tres cartuchos lubricados en el interior del tambor se confunde en mi cabeza con las que siguieron después. Era como si la soberbia diabólica del Ruletista lo arrastrara cada vez con más fuerza a provocar a los dioses del azar. Pronto anunció una ruleta con cuatro cartuchos clavados en los alvéolos del tambor y, más adelante, con cinco. ¡Un solo orificio vacío, una única posibilidad, entre seis, de sobrevivir! El juego ya no era un simple juego e incluso el más superficial de los asistentes que ocupaban ahora los sofás de terciopelo podía sentir, no con la cabeza, ni con el corazón, sino en los huesos, en las articulaciones y los nervios, la grandeza teológica que había adquirido la ruleta.