Revista Cultura y Ocio

Fragmentos Nº63: Yo confieso

Publicado el 14 agosto 2012 por Kovua

Jaume Cabré Yo confieso
Fragmentos Nº63: Yo confieso Volvió a casa temblando; nada más cerrar la puerta, se quitó el abrigo negro y, sin fuerzas para colgarlo, lo dejó en la banqueta de la entrada y se fue a su habitación. La oí llorar y preferí no entrometerme en asuntos que apenas conocía. Después estuvo un buen rato en la cocina hablando con Lola Xica, quien le cogía la mano como dándole ánimos. Tardé muchos años en recomponer las piezas de esa imagen que todavía veo como una pintura de Hopper. Tengo toda la infancia en casa grabada en la cabeza como diapositivas de pinturas de Hopper, con la misma soledad pegajosa y misteriosa. Y me veo en ellas como un personaje sentado en una cama deshecha, con un libro abandonado en una silla desnuda, o que mira por la ventana o sentado junto a una mesa limpia, mirando la pared vacía. Porque en casa todo se resolvía con cuchicheos y el roce que se oía con mayor nitidez, aparte de mis ejercicios de portamento con el violín, era el que hacía mi madre cuando se ponía zapatos de tacón para salir a la calle. Y si Hopper decía que pintaba porque no lo podía decir con palabras, yo lo escribo con palabras porque, aunque lo estoy viendo, soy incapaz de pintarlo. Y siempre lo veo como él, a través de ventanas o de puertas entornadas. Y al final sé lo que no sabía. Y lo que no sé me lo invento y también es verdad. Sé que lo vas a entender y me lo vas a perdonar. Dos días después, el señor Berenguer había devuelto sus pertenencias a su despachito, al lado de las dagas japonesas, y Cecilia a duras penas disimulaba la satisfacción que sentía fingiendo que esas fruslerías le resbalaban. Fue mi madre quien habló con Frankfurt y me imagino que la redistribución de piezas que llevó a cabo, atacando con las torres y la dama, fue lo que empujó al señor Berenguer a quemar el último cartucho en lo que podríamos considerar un ataque fulminante e inesperado. Los pesos pesados del anticuario de la calle de la Paja se declararon la guerra y valía todo.

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