Este verano nos escapamos unos días a Fuerteventura. Íbamos de relax total y aunque nos alojamos en régimen de "Todo Incluído", quisimos hacer alguna escapada y conocer un poquito la isla. Nuestra amiga Ángela nos acompañó en ocasiones y, cuando no lo pudo hacer, nos asesoró divinamente durante todo el viaje y puso muchísimo de su parte para que nos volviéramos con un magnífico recuerdo de la isla. ¡Gracias salá!
Nos alojábamos en un hotel de Barcelo Jandía Playa y la primera noche que salimos fue a Morro Jable. La parte interior del pueblo no tiene nada, pero cuando estás ya casi encima del mar, hay unas vistas preciosas de la playa presidida por su enorme duna y unos rincones magníficos con restaurantes de lo más agradable donde comer pescadito fresco. Optamos por "La Laja", localizado al pie de la colina y con la terraza en primera línea del mar. Además de la localización, la comida estaba rica y fresca. Tomamos unas tradicionales papas arrugás con mojo (solo nos trajeron mojo rojo y era muy muy picante), puntillas de calamar, gambas al ajillo y lapas. Un plato nada frecuente pero que preparan al ajillo y estaban muy ricas. Además pedimos una tortilla para el pequeño, un par de refrescos, un par de cervezas y media botella de vino y salió la cuenta por solo 51 € (y nuestras tripas más que llenas).
Otro día quisimos acercarnos a Corralejo. Desde Jandía hay un buen trecho, pero sus playas de dunas de arena blanquísima bien lo merecen. Además, la parte del pueblo pegada al mar vuelve a ser sorprendentemente agradable. Comimos en esta ocasión en El Anzuelo. Nos habría gustado hacerlo en la terraza pero nos tuvimos que conformar con una mesa en el interior del local. Aún así, se podía disfrutar de muy buenas vistas. Nos decidimos por un gofio escaldado con cebolla roja (los estómagos sensibles se resentirán a las pocas horas), salmón ahumado de Uga (Lanzarote - lo habíamos visto anunciado en varios sitios) y pescados frescos de la isla, que consistía en una parrillada de pescados de la zona. Al interesarnos por los pescados, la camarera no tenía demasiado claro cuales eran... Nos mencionó sargo, "vieja", "solinegro"... aunque en realidad la parrillada solo tenía dos pescados y mejillón, gamba y almeja. Comiendo con agua y sin postre, salimos por 43 €. No eran raciones abundantes, pero la localización había que pagarla. Eso sí, no recomendamos ir con prisas. El servicio es muuuuy leeeeeeeeeeeento.
Otro de los días nos fuimos al interior de la isla. Volvimos a hacer una buena kilometrada, pero los diferentes paisajes bien justifican el paseo.
En esta excursión comimos en Betancuria, en el restaurante Santa María. La Guía Michelín lo definía como el mejor restaurante de Fuerteventura, así que no podíamos dejar de probarlo. Está ubicado en un caserón blanco con un par de patios y perfectamente integrado en el conjunto del pueblo. Nos ofrecieron comer en el patio, pero estábamos en plena ola de calor, así que preferimos comer en el interior.
El salón estaba vacío y llamaba la atención su curiosa decoración, tipo marroquí, con arcos de herradura y pufs por el suelo. El local está regentado por una pareja de alemanes, con lo cual, el escenario resulta de lo más exótico. Optamos por:
- Cóctel de gambas: lo pedimos porque habíamos visto que en muchos de los restaurantes de la isla en los que habíamos ojeado la carta lo tenían. De hecho, en la carta de El Anzuelo tenían la versión "sofisticada": ¡góndola de piña con gambas y salsa rosa! Sorprendentemente viejuno, ¿verdad?. Fue un plato rico.
- Terrina de jamón: fallamos. No sé muy bien lo que nos esperábamos, pero lo que nos trajeron fue un fiambre de jamón que ni fú ni fa.
- Pollo campesino: Vaya por dios, otro tipo de fiambre con verduras...
- Pierna de cabrito: Un plato típico de allí. Un acierto, espectacular. Si te gusta este tipo de carne no te puedes ir de la isla sin probar la receta de la isla. Muy tierno y con sabor condimentado pero suave.
De postre, una mouse de chocolate que sí que estaba rica y café. Comimos sin vino, que luego había que conducir y la cuenta fueron 76 €. Nos fuimos con la idea de que es un sitio curioso, prácticamente en mitad de la nada y tuvimos mala vista en la elección de algunos platos.
En definitiva, merece la pena alquilarse un coche para salir del todo incluido, conocer rincones estupendos y darle una alegría al estómago después de tanto buffet.