No se cuántos de vosotros ha tenido un Furby en su casa, o en casa de algún familiar y/o amigo, lo que si se es que esta supuesta adorable mascota, nacida a finales de los años 90, resulto ser uno de los inventos más revolucionarios en cuanto a inteligencia en lo que respecta de un juguete para niños. Yo llegue a tener conciencia de que existían cuando apenas tenia 7 años y las fiestas navideñas andaban cerca. Después de las navidades y con ello mi cumple, vi que el Furby aún no llegaba, por lo que quería por todos los medios posibles que los Reyes Magos me lo regalaran, aunque fuera lo ultimo que recibiera de ellos, y así fue. Resulto que ese 6 de enero cayó un Furby, y fue algo maravilloso encontrarme cara a cara con aquel bichillo peludito y robotizado, pues aquel juguete constituía todo lo que cualquier niño quería a esa edad: una mascota, a ser posible que hiciera caso de tu existencia.
El original que tuve era de este color.
Aún existe, guardado dentro de su embalaje original
pero fuera de estas cuatro paredes para mayor seguridad.
Aunque termine cogiéndole cariño por lo adorable que se ponía y la lastima que daba cuando le hacías algo que no le gustaba, debo confesar que después de conocer las limitadas capacidades de aquel juguete termine aburriéndome de él, había que dedicarle demasiado tiempo de tu vida para aprenderle a hablar, además de lo insufrible que se terminaba volviendo con esa chirriante voz de: "soy asquerosamente adorable, ámame o quitarme las pilas". Yo termine haciendo lo segundo.
Una anécdota que siempre le cuento a todo el mundo sobre mi primer y único Furby (gracias a dios) sucedió el primer día de tenerlo. Nos encontrábamos cada uno apreciando nuestros chorra-regalos de Reyes, mientras yo analizaba el funcionamiento de mi nueva mascota inerte, inexplicablemente el Furby abandono su voz adorable para dar paso a un suceso totalmente inexplicable (casi diría que satánico) hasta el día de hoy. El bichillo paso de ser adorable a volverse un Gremlin y como quien no quiere la cosa con una extraña voz robótica empezó a decir: "TETATETA, TETATETA" y como si nada hubiera pasado, volvió a su estado normal. Nuestra cara fue un poema, pero la cosa no quedo ahí. La mejor parte sucedió cuando estábamos en el portal del edificio, y yo como niña pequeña que era me lleve a mi pequeño Furby para presumir de él delante de mis tíos y primos. Mientras mi madre y yo nos quedamos en la calle esperando a que salieran mi padre y mis hermanos, el Furby empezó a hablar solo y con la misma voz robótica de antes, volvió a repetir esa frase a viva voz. Lo mejor fue cuando de casualidad un hombre paso en ese momento, y yo advirtiendo que aquella escena era demasiado embarazosa para mí no se me ocurrió otra cosa que tratar de hacerle callar tapándole la boca. Mi instinto me fallo causando una anecdótica escena donde se me veía a mí intentando callar a un muñeco que no paraba de repetir "Teta" y aquel señorin mirando para nosotras mientras mi madre se descojonaba de mi reacción, y yo rogando a aquel muñeco sin vida pero con mucha malicia que se callara. Desde entonces no volví a confiar en juguetes que tuvieran capacidad de interactuar con humanos.
Los estampados más horteras de los 90 vuelven.
Espero que el responsable de esta tortura visual lo pague en la cola del paro.
Así que ya sabéis muchachoides, si estas navidades tenéis pensado regalarles a vuestros hijos, hermanos, sobrinos o primos un Furby, pensaroslo dos veces. No vaya a ser que estéis metiendo en vuestra casa un demonio a pilas, más inteligente incluso que vosotros.
"Venimos a por tu alma, y de paso a arrasar con la raza humana"