Nació este humilde blog de terapeuta de palo vinculado al fush fush, ese antídoto siempre a mano contra el hartazgo, el agobio, la angustia, el drama y demás enemigos del buen rollo interno. Hoy lo rescato al inicio del mes rey del verano, anhelado y temido al mismo tiempo, en cuanto que es esencia de estío pero antesala de un septiembre que llama a la rutina escolar y currantil. No sobra rociar con él -el fush fush; ya saben que se sirve en varios formatos y, si no, lean el post anterior- las piscinas, los ríos y el mar en que este verano nos remojamos, porque en esta estación las comeduras de testa también crecen con el termómetro.
Fush-fush en formato spray.
Hay veces que las técnicas de autocontrol, relajación y armonía interior se cogen vacaciones en estas fechas y nos dejan los pensamientos y las emociones tal que para playa nudista. En esos casos, piensa esta terapeuta de disfraz que debiéramos bañarnos en fush y fush: levantar la tapa de nuestra azotea para que entren los «pelillos a la mar»; el «ya lo pensaré mañana», Scarlett dixit; el «céntrate en otra cosa» y demás auto-invitaciones a la evasión de nuestros ruca-ruca vitales.
Démosles en verano descanso a esos puñeteros ru-rus mentales si se empeñan en acompañaros desde el invierno a la estación dorada.
Es la aconsejada una técnica cortoplacista y simplona, quizá pan de hoy y hambre para mañana, pero a veces es bueno cerrar el libro de las buenas prácticas mentales y dejarse fluir empapado en fush fush. Agosto es un buen mes para fush-fushear.