Revista Coaching

G de GRATITUD

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

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English version below.

Gracias. Una palabra que usamos todos los días, algo que muchas veces hacemos de forma automática, sin siquiera pensar de verdad en su sentido. ¿Pero qué es agradecer realmente, a quién debemos en verdad agradecer y sobre todo por qué?

Hace no mucho vi de casualidad un vídeo en el que se hacía un experimento. Se escogió a varias personas y se les pidió que pensaran en la persona a la que más agradecida estaban, que más influyó en su vida. Después les dijeron que escribieran una carta como si fueran a dársela a esa persona especial, agradeciéndole todo su apoyo y describiendo lo que significan para ellos.

El siguiente paso fue decirles a los encuestados que llamaran a esas personas y les leyeran la carta. Estas personas especiales resultaron ser sus hermanas, madres, amigos, maestros. No todos estaban disponibles en aquel momento, los hubo que ya ni siquiera vivían. Sólo la mitad de los encuestados lograró transmitirles sus palabras a través del teléfono. Finalmente se midió el estado de felicidad de aquellos que habían logrado contactar con sus seres queridos y los que no. El resultado fue sorprendente: el índice de la felicidad de los que no pudieron contactar con sus allegados subió del 2 al 4%, mientras que el de los que sí pudieron hacerlo creció del 2 al 19%.

No sé exactamente qué técnica emplearon para la medición, pero yo lo veo como algo de sentido común. No es lo mismo pensar o incluso expresar en un papel lo que sientes, que decírselo a la otra persona, ver su reacción y crear esa interacción tan especial entre ambos. Los que llamaron a sus seres queridos para darles las gracias simplemente lloraban de emoción, los que no lo consiguieron, se quedaron sin esa emoción que significa hacer partícipe al otro de sus emociones.

La conclusión era simple: dar las gracias, darlas de verdad, en persona, genera felicidad. Lo cierto es que muchas veces nos olvidamos de ello. Creemos que todos saben lo agradecidos que estamos, cuando tal vez no es así. Lo damos todo por hecho y olvidamos lo maravilloso que es el mundo que nos rodea: podemos respirar, podemos caminar, podemos ver las cosas, los colores y las formas, podemos usar nuestra voz para transmitir nuestros sentimientos o simplemente información, podemos acariciar las superficies de las cosas, sentirlas, podemos oír, ¡qué invento más increíble éste, el oído!, nos llega la música y la melodía y el susurro de los árboles movidos por la brisa, u oímos un huracán, el peligro e intentamos protegernos, proteger a los demás, echar a correr, ayudar a otros.

El ser humano es ante todo un ser social. Y la humanidad, esa esencia de la que estamos hechos, es bondad, es cooperación, es interacción con otros. Dicen los Vedas que no hay peor castigo para una persona que la soledad. El sentirnos aislados, incomprendidos, olvidados… nos hace perder la fe, esa fe que necesitamos para seguir vivos, la que mueve el mundo. El dar las gracias a otros es una manera de romper con esa soledad, es abrirnos el paso. El apreciar lo que tenemos que muchas veces ignoramos o simplemente no queremos ver. La vida es ya un regalo. La salud es otro regalo. Nuestro cuerpo, nuestros logros, nuestra familia… hay tanto que agradecer.

Viviendo en el día a día nos olvidamos de sonreír, de pensar que somos afortunados. No hablo de los momentos más duros en la vida de cada uno, sino de esa enemiga silenciosa que nos aborda sin que nos dé tiempo a reaccionar: la rutina. La rutina tiñe nuestra vida de gris, de inactividad, de desánimo. A veces creemos que no tiene sentido sonreír, simplemente no nos sale. Pero no es así.  Aunque suene ya muy trillado: hoy es un día único en nuestra vida y no habrá otro igual. Aprovechémoslo, aunque haga frío y esté lloviendo, sonriamos y demos las gracias a los demás o a las fuerzas superiores por estar aquí, por tener salud, por estar vivos.

A todos los que venís leyéndome: GRACIAS por acompañarme en este camino que es la búsqueda de la felicidad.


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