Revista Política
Gadafi, el fantoche sangriento que hay que derribar de inmediato
Publicado el 21 febrero 2011 por JoaquimSegún la cadena Al Yazira, desde aproximadamente las seis y cuarto de la tarde de hoy (hora española), aviones militares libios están bombardeando a los manifestantes en Trípoli. Desde media hora antes el Ejército disparaba contra ellos con artillería terrestre y helicópteros de combate. El centro de la capital libia está en llamas y tomado por el pueblo insurrecto. En Bengasi los manifestantes se han hecho con el control de la ciudad y del aeropuerto, numerosos soldados se han pasado a sus filas, y han conseguido capturar armas y tanques.
Anoche Saif el Islam, hijo de Gadafi y al parecer su pretendido heredero, se atrevió a amenazar al país con una guerra civil si intentaban echar del poder a su familia, mientras repantingado en un sillón y probablemente drogado no cesaba de apuntar con el dedo a los televidentes como si fuera un proxeneta de barrio marginal intentando acogotar a sus vecinos.
Mientras tanto, Muamar el Gadafi permanece callado. Quizá esté rumiando su asombro ante la rebelión popular, incapaz de comprender cómo es posible que los libios hayan tenido la osadía de sublevarse en contra suya. Esa basura humana de rostro descompuesto por el consumo de drogas y las inyecciones de bótox, que viaja acompañado por una guardia armada de putas casi adolescentes y acostumbra a exhibir un repertorio de disfraces militares que le hacen parecer un jefe de pista de circo, el mismo payaso fascistoide que durante décadas ha repartido carnets de "progresismo" en las dos orillas del Meditérraneo con la complicidad de cierta "izquierda" europea, vive sus últimos días o quizá horas como todopoderoso tirano de Libia. El Ejército y la burocracia del Régimen se descomponen velozmente: dos coroneles del Ejército del Aire acaban de aterrizar con sus aparatos en Malta, y los diplomáticos libios en el exterior han comenzado a pedir sin tapujos la cabeza de quien desde hace cuarenta años y hasta hace sólo unas horas, era el amo al que servían con fervor real o fingido.
Hace unos días uno de mis amables lectores se molestaba porque llamé dictador a Nasser, que según él en realidad era "comunista". Gadafi también fue tan "comunista" como Nasser o Fidel Castro: es decir, otro dictador del Tercer Mundo esbirro del Imperio Soviético durante la Guerra Fría, un tipo carente de cualquier ideología que no sea el ejercicio del poder absoluto y la cleptocracia en familia. Desaparecido el Imperio moscovita en 1989, el sátrapa libio buscó su lugar al sol apelando al terrorismo como modo de hacerse temer por la comunidad internacional. Está probado que Gadafi ordenó volar al menos dos aviones comerciales llenos de pasajeros, uno de ellos sobre la vertical de una población escocesa, suceso en el que murieron más de un centenar de civiles. Posteriomente y en otra de sus piruetas de funambulista sin escrúpulos, se arrojó en brazos del Tío Sam (el mismo que había intentado matarle años antes bombardeando su palacio), y se convirtió en celoso garante de los intereses del Imperio USA en el Norte de África, luchando con su crueldad acostumbrada contra el terrorismo islamista y contra cualquier forma de oposición interna.
Estamos ahora ante los últimos coletazos de una fiera acosada, que tras cuatro décadas de poder omnímodo parece dispuesto a sumergir a su país en un bestial baño de sangre antes que aceptar que su tiempo ha pasado. En estas condiciones el tiranicidio resulta un arma legítima de uso urgente, y el único modo de evitar que continúe un minuto más la carnicería de inocentes.
En la fotografía que ilustra el post, un Muamar El Gadafi disfrazado de militar de opereta saluda al primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Tras el dictador libio pueden verse algunas integrantes de su guardia pretoriana de putas armadas.