En la transmisión elogiaban a Drogba por haberle permitido al Chelsea mantenerse vigente en la final de la champions, y nada dijeron de Mata que tiró un centro perfecto sin el que el excelente desmarque del delantero africano no habría sido de gran utilidad. Se acordaron del español, eso sí, cuando tuvieron que criticarlo por haber errado un penal.
A Robben también le dieron por todos lados mediante comentarios más aptos para un programa de chismes que para un partido de fútbol. No antes de esperar a que el paisbajero tuviera la mala fortuna de errar el penal que podría haber significado la victoria alemana.
De Robben dijeron muchas cosas, desde que los compañeros lo odian hasta que usa calzoncillos floreados, pero lo más curioso fue el dictamen del comentarista que a viva voz exclamó no sin grandes dificultades gramaticales que un jugador de este nivel no puede errar un penal. Veredicto que deja sin chances al mismísimo Maradona.
Por otra parte, mientras se jugaba el partido, que no fue un despojo de virtudes, pensaba en quienes habían ido caminando a Luján para pedirle a la virgen, con el pretexto de que es aburrido que siempre jugara el mismo equipo, que el Barcelona no llegara a la final. Me imagino que esa gente la habrá pasado muy bien frente a la pantalla del televisor.
En realidad, el partido no fue tan malo, pero, como siempre que pierde el Barcelona y sin restarle ningún mérito más de los que se restó el propio Chelsea, ganó cualquiera.