Revista Cultura y Ocio

Gastronomía y literatura

Por Mientrasleo @MientrasleoS

Gastronomía y literatura

The real cookbook. Fuente: korefe


     "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor". 

     Ese es, casi con seguridad, el comienzo más famoso de la literatura española universal. Sin embargo, solo tenemos que leer la siguiente frase de El Quijote, para darnos cuenta de la importancia de la gastronomía en la literatura, y dice así:

     "Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda."
     Los duelos y quebrantos de Alonso Quijano no se hicieron tan famosos como el lugar de la Mancha, pero es cierto que la literatura ha venido siempre unida al disfrutar de una buena mesa. No tenemos más que pensar en Neruda, por ejemplo, y su oda a la cebolla, para comprobar que el estómago puede ser tan importante como el intelecto tanto para personajes, como para los propios escritores. Y es que, la historia de la literatura universal no sería lo mismo si no existiera, por poner un famoso ejemplo, la magdalena de Proust. De hecho, uno puede perfectamente no haber leído jamás una sola letra escrita por este hombre, pero difícilmente desconocerá la existencia de esa magdalena, una magdalena que puestos a elegir, yo mojaría en un buen té servido a la mesa de El Sombrerero Loco y acompañada por una tal Alicia.
      Cuando hablamos de libros y los relacionamos con la gastronomía, nuestra cabeza se va automáticamente a Como agua para chocolate de Laura Esquivel, y a las recetas de Tita que daban pie a cada uno de los capítulos de esta famosa novela, pero muchos otros son los ejemplos. Tenemos a Camilleri y Montalbano, por ejemplo, que me descubrieron una especie de croquetas de nombre arancini que fueron lo primero que quise degustar en mi primer viaje a tierras italianas. Otros personajes, como el Carvalho de  Montalbán, gustan de una buena mesa con tanto placer, que podría decirse que tienen una gastronomía propia existiendo incluso rutas por sus platos. Lo mismo le sucede a la señora Maigret, creada por Simenon, quien, si mal no recuerdo, tiene incluso un libro propio con las recetas que degustaba el famoso detective. Y ahora paremos un momento a tomar un poco de dulce limonada junto al protagonista de Sostiene Pereira, antes de continuar con el literario atracón de las grandes mesas literarias. Unas mesas que no siempre hablan de grandes cenas y festines como las que aparecen en los libros de Austen, sino que pasan por las pastas que tanto placer provocaban al ser mordidas por Miss Marple o por los mucho menos elegantes perritos calientes que aparecen en La conjura de los necios. Tras veces, como sucede en El coronel no tiene quien le escriba, los personajes terminan cociendo piedras, aunque por el camino hayan podido comer mazamorra de maíz, y en otros casos pueden parecer incluso obsesiva la forma en que se cocina, como sucede en algunos momentos de la literatura de Murakami con el hecho de cocinar pasta.
     Dice Isabel Allende que hay una sopa hecha con setas que se llama sopa de la reconciliación, ya que sirve en Afrodita para que las mujeres se reconcilien con sus hombres, y a uno de los mosqueteros de la famosa obra de Dumas, le pierde una buena sopa de mejillones. Conocido es también el menú favorito de Leopold Bloom en el Ulises de Joyce, hasta el punto de servirse en muchos pubs el día 16 de junio (Bloomsday). Todos conocemos las cocinas del hotel Overlook, ya que no siempre hace falta cocinar y degustar un plato para que la cocina sea importante en una obra. Y muchos descubrimos que para Chandler los americanos sienten un especial placer por los sandwiches de pan tostado si les sobresale un poco de lechuga lacia, ya que así nos lo hizo saber en su novela El largo adiós. La juventud de Coetzee tenía regusto a sopa de carne y verdura y, si de sopa se trata, solo tenemos que acompañarla con pasteles de perdiz para volver a un clásico literario como es Guerra y Paz. Y es que, incluso persiguiendo a Moby Dick hemos podido descubrir lo que es el chowder, así que no es tan raro que esta famosa novela diera pie al nombre de una de las cadenas de cafés más famosas (Starbucks).
     Total, que cuando leemos un libro, este puede además de gustarnos, deleitarnos, empacharnos o causarnos una buena indigestión. Y ahora, si me perdonáis, creo que voy a tomarme una buena cerveza de mantequilla de esas que descubrimos muchos gracias a Harry Potter, que una no tiene tanto hambre como los hobbits y me apetece beber algo antes de echarme una buena siesta. Y cuando digo algo de beber no me refiero a ese otro catálogo de bebidas que parecen tomar la mayor parte de los protagonistas de las novelas negras.
     Y vosotros, ¿os fijáis en las mesas literarias y lo que comen sus personajes?
     Gracias.

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