Revista En Femenino

Gift

Por Expatxcojones

Gift

Cartel. Tánger, 2015. expatriadaxcojones.blogspot.com


Soy una sentimental. A pesar de que pueda dar la imagen contraria. Lloro a menudo. Siempre por las mismas cosas. No sé por qué tocan un interruptor que debo tener escondido en algún sitio. Me caen las lágrimas y me salen los mocos. Es superior a mí. Pero ayer no estaba sola. Había un montón de gente alrededor. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no hacer el ridículo.
Mi truco: Trasladar la atención a otro lugar. Lo más sencillo: Contar. Uno, dos, tres, cuatro… En las películas, los hombres dicen utilizar estrategias similares para aguantar más en la cama. No lo sé. Soy una mujer. Mi cerebro funciona distinto pero, en esta ocasión, hago lo que sea para no cagarla. Lo consigo a medias. Se me humedecen los ojos pero está oscuro y nadie se da cuenta.
Había ido a un cine fórum. Organizado por una asociación local en el barrio periférico de Beni Makada. La mayoría de sus habitantes son inmigrantes. Gente de campo. Analfabetos con trabajos poco remunerados. Hay mucha precariedad. Un gran número de niños y jóvenes se ven obligados a dejar los estudios y ponerse a trabajar para ayudar a sus familias. Las cifras de absentismo y fracaso escolar son elevadísimas.
En el año 2009 la fundación del F.C Barcelona abrió uno de los centros XICS que tiene repartidos por el mundo. Centros que ofrecen clases de refuerzo escolar, talleres de informática, teatro o curos de alfabetización. Y por supuesto, actividades deportivas, siendo el fútbol la más popular. En esta ocasión cedían el local para hacer las proyecciones.
Yo fui con Hanan. Esta marroquí, apasionada de la fotografía y los viajes, dejó Casablanca, su ciudad natal, para venir a Tánger a trabajar en un proyecto que combina el mundo audiovisual con la formación de jóvenes.
Ella es una de las encargadas de enseñar a los chavales cómo funciona una cámara digital y un programa de edición de vídeo. No se trata de convertirlos en directores de cine, sino en observadores de su entorno. La finalidad es sacarlos de las calles e involucrarlos en proyectos culturales y sociales.
El taller se desarrolla en otro barrio. Más marginal, si cabe. Berchifa. Calles sin asfaltar, casas endebles y montones de basuras esparcidos por doquier conforman el paisaje del lugar. Sin agua corriente. La electricidad llegó hace poco. Las infraestructuras: alguna escuela pública y un dispensario. La presencia de las autoridades: prácticamente inexistente. De aquí provienen muchos de los menores que intentan cruzar el estrecho.
Hanan me ha pedido que colabore con ellos. Que imparta algún taller de cine documental. No es que yo sea una experta, todo lo contrario, pero para dar cuatro pinceladas básicas creo que me las arreglaré. He realizado documentales con anterioridad pero nunca he hecho de profe y no sé qué tal se me va a dar. Estoy nerviosa a la vez que ilusionada. Pero esta es otra historia que contaré más adelante, hoy he venido para participar en el cine fórum.
Hanan quiere presentarme a sus compañeros, que vea una de las actividades que organizan, cómo trabajan y qué puedo aportar yo con mi experiencia.
Las proyecciones empiezan a las diez. Pero estamos en Marruecos, no en Alemania. Nosotras hemos quedado a la misma hora en la oficina de correos. En pleno centro de la ciudad. Aquí pillamos un petit taxi y sorteamos el tránsito cómo podemos. Nos bajamos del coche con media hora de retraso pero sin estrés. Todavía están preparando las cosas. Hay problemas con el proyector, los altavoces no están listos y los muchachos, aún, están llegando.
En el aula todo son hombres -mejor dicho niños-. Les pongo entre ocho y catorce años. Los profesores y dinamizadores también son del género masculino. Así que cuando entro me convierto en el centro de todas las miradas y objeto de algunas risas.
Cojo una silla y me coloco al fondo. Mientras el técnico acaba de prepararlo todo, los dinamizadores entretienen a los chicos. Cuento por encima. Habrá unos treinta.
Empieza la música. Se hace el silencio. Nos pasan un corto de Singapur. Dura siete minutos. Se titula: Gift. El auditorio se comporta y yo puedo zambullirme en la historia.
Aparece un niño, de la misma edad que los que ocupan la sala. Habla de su padre. No le gusta porque es pobre y, según él, poco inteligente. Lo considera un perdedor. Estando en casa, el padre le entrega su paga semanal pero le obliga a pagar impuestos. Unas cuantas monedas que debe depositar en una hucha. Él hace lo mismo con un billete. Entonces, el niño le pregunta: Papá ¿por qué no somos ricos? Y él responde: ¿Quién dice que no somos ricos? Ser rico no se basa tanto en lo que tienes, sino en lo que das. De algún modo cuándo das, eres feliz.
El niño no queda contento con la respuesta. A partir de ese momento, su único propósito es convertirse en una persona distinta al padre. Crece. Va a la universidad. Se muda de ciudad. Ya nunca regresa. El padre lo llama por teléfono pero él siempre está demasiado ocupado. Trabajando. Hasta que un día su padre muere. Y el hijo regresa acasa para recoger sus cosas. Allí encuentra varias cartas. Dándole las gracias. Por sus donaciones. Piensa que es un error y se dirige al destinatario –un centro para personas sin recursos- para aclarar el suceso.
Allí descubre quién era en realidad su padre. El hombre que dedica parte de su tiempo a los demás. Que hace de payaso para los niños enfermos, que reparte comida para la gente mayor y, que a pesar de no ser rico, entrega parte de lo que tiene a otras personas que, todavía, cuentan con menos.
Desde el minuto uno, cuando veo el desprecio del hijo por el padre, ya me cuesta aguantar el tipo. Pues tú, como espectador lo ves. Ves que el niño está equivocado. Intuyes que el progenitor es buena persona. Lo ves en su cara. Sus ojos. Su sonrisa. Es una persona sencilla, humilde pero para nada un perdedor. 
Pero es verdad, no lleva traje ni conduce un buen coche. No vive en una mansión. No es rico en el sentido literal del término. Pero los niños son niños y es difícil, a veces, explicarles el sentido de las cosas. Incluso nosotros caemos en el mismo error. A mí me ha pasado.
Para ser un corto amateur está muy bien realizado y me gusta. Me da qué pensar. ¿Soy yo una perdedora por haber renunciado a mi carrera? Pienso que no. Primero, porque no he renunciado. Sigo haciendo lo que me gusta aunque no cobre por ello. Segundo, he ganado muchas otras cosas. Ahora puedo disfrutar de mi tiempo. Dedicárselo a mis hijos o a estos chavales. ¿Éxito? ¿Fracaso? ¿Quién decide en qué consisten?
Terminada la proyección empieza el debate. Y las lágrimas dan paso a las risas cuando el profesor pregunta qué han entendido y se levantan un montón de brazos. No han pillado nada de nada. Al principio, me sorprende, luego lo entiendo todo. El corto estaba subtitulado al inglés y estos niños sólo saben árabe y a duras penas. Así es difícil seguir el argumento...
Hacemos una pausa. Salimos al patio. Hanan me presenta al resto de sus compañeros. Todo gente joven y muy motivada. Charlamos un rato, no mucho, los chicos esperan y quedamos en que el próximo día iré a visitarlos a su oficina de Berchifa. Decidiremos el planning de trabajo y los contenidos. Tengo muchas ganas de empezar. Creo que ese día me llevaré la cámara.

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