Con estos sentimientos encontrados me ha gustado la narración de Alejandro M. Gallo y no me ha gustado el protagonista aunque me he reído con él. Voy a intentar explicar con pasajes del libro estas sensaciones ambivalentes.
Para hablar de Gorgonio, comisario emérito, he diferenciado dos aspectos: Cómo es el personaje y cómo es la narración.
Gorgonio es un típico personaje de ficción; afortunadamente sería difícil encontrar un antihéroe de esas características: Parece que está deseando jubilarse y sin embargo acepta poca ayuda de los demás. Constantemente infravalora la labor de la policía científica o la de la perfiladora criminal, aunque le vengan bien tanto el trabajo de Pepote como el de La Mari. Pero tampoco le interesan las opiniones que los demás tienen sobre los casos que investigan o sobre cuestiones más livianas; incluso recela de estudios que anteriormente ha realizado la policía. Únicamente confía en su intuición y tiene claro que su forma de llevar a cabo la investigación es la más adecuada.
-...el autor puede ser un hombre o mujer de raza blanca... "¿Raza blanca?", pero si aquí no hay negros ni amarillos ni cobrizos. ¡Chorradas! -...tal vez sea lector de la Biblia... Joder con la Mari. Se ha empollado todos los episodios de Mentes criminales. Ni caso. Yo, a oler un poco, que es lo mío.Su vida privada tampoco mejora. Gorgonio es un machista de manual, de mente cerrada que piensa que a las mujeres y a los hombres se los mide con un rasero diferente, "Uf, que fea es [...] está claro que no se casaron por amor, y descartado que se la esté beneficiando el mayordomo. O cualquier otro". Los nombres de algunas mujeres implicadas en los casos tampoco ayudan a eliminar la idea que tenemos del protagonista, lleno de prejuicios trillados, "¡qué hembra! [...] Vaya contoneo. Pechos inflados y pitones que me miran de frente. -Comisario, la señorita Elena Zorravista -me informa la Mari".
Gorgonio es un ser paradójico pues no aplica lo que piensa del ser humano ni para él ni para su hijo "Ahí está, tumbado en el sofá con una bolsa de patatas fritas, embobado con la tele y el ordenador escupiendo mensajes [...] la solución la vio Unamuno: un poquito de hambre y el universo se expande ante uno". En estas condiciones no es de extrañar que abandone a los que considera que no merecen la pena "Los tres saltan sobre él y le propinan una paliza [...] me escabullo como puedo...".
(de café) Ni los diez litros que me he tragado parecen aminorar el clavo en la testera [...] Me calzaré para ocultar mi precario estado al mundo, unas gafas oscuras y este viejo Fedora, regalo de Robert Michum en la otra vida.
Sólo en el relato Vallekas conection los narradores van alternando la primera persona del comisario y la del inspector Ramalho da Costa, honrado de colaborar en un caso de boxeo con "Un individuo grueso [...] "singular", había dicho el jefe superior".
Ironía que llega al sarcasmo al referirse a ciertos tópicos sociales o a realidades impuestas que no parecen pertenecer sino a una existencia paralela, "el local en la planta 41ª fue adquirido por la Iglesia de Nuestra Señora de la Ciencia del Séptimo día". No solo las sectas, cualquier tipo de Iglesia es objetivo de sus dardos, "-Otra duda: ¿en qué parte de Palestina encontró Noé los dos pingüinos para subirlos al arca?".
Pero Gorgonio luce tres rasgos que lo hacen único: la utilización de onomatopeyas, con las que ahorra describir sus sensaciones "Rum, rum, rum...", "Buf, donde estén nuestros expresos", "Hum, hum"; una expresión fetiche con la que comienza los casos, repite en los capítulos y define su estado de ánimo "¡Cagüén mi manto!"; y el uso de cosificaciones para definir a ciertas personas "Ahí se acerca la mandíbula cuadrada del inspector Matías", "Ahí llega la inspectora con su lunar y su contoneo".
No cabe duda de que Alejandro M. Gallo ha elaborado un personaje "singular". Una pena que, en esta edición, podamos encontrar bastantes erratas, algo inusual en la editorial Reino de Cordelia, una de las que me merecen más confianza.