Revista Cine
Último día del festival, con los ganadores a punto de develarse y la inminente renuncia del director del Festival, Jorge Sánchez, según afirma Mural hoy en primera plana. Mi última jornada, en todo caso, fue la mejor y como sigue:
Érase una Vez en Durango (México, 2010), de Juan Antonio de la Riva, se exhibió fuera de concurso, pero es claro que no se debió a su calidad sino a que, seguramente, no estuvo lista a tiempo. De hecho, la película fue presentada en exhibición digital, aunque fue filmada en los canónicos 35 mm.
De la Riva vuelve al Durango de sus amores y de su mejor cine, para contar la nostálgica historia cinefílica del encuentro de un niño obsesionado por las películas " de caballitos" y de un viejo stunt-man (Jorge Luke, muy en su papel) convertido ahora en velador del "Pueblo del Oeste", el famoso estudio de cine construido en Durango en el que se filmaron decenas de westerns mexicanos y hollywoodenses. Una película amable, sencilla, bien fotografiada por Arturo de la Rosa. Seguramente volveremos a ella cuando se estrene comercialmente.
Cuchillo de Palo (España, 2010), de Renate Costa, es otro documental que nos muestra a una joven cineasta hurgando en la vida familiar, como en los documentales mexicanos Un Día Menos (Ludlow, 2009) y Perdida (García Besné, 2010). Costa se da a la tarea de saber más de su tío Rodolfo, muerto hace diez años aparentemente del corazón o, acaso, "de tristeza", " de soledad". El tío Rodolfo llevaba una doble vida: frente a su familia de herreros, era Rodolfo Costa; en la noche, con sus amigos, era Héctor Torres, un homosexual asumido pero discreto. La sobrina Renate habla con amigos, vecinos, travestis y miembros de la comunidad gay que conocieron a Rodolfo, al mismo tiempo que confronta a su conservador y religioso papá que protegía/rechazaba a su hermano, "el enfermo". Al final de cuentas, el tío muerto y el papá vivo son los personajes centrales de este entrañable filme documental sobre la homosexualidad en el Paraguay de Stroessner.
La Rebelión de las Batas Blancas (México-Venezuela, 2009) es otra exploración del pasado, pero desde una perspectiva histórica-sociológica. El realizador Alejandro Albert nos muestra el nacimiento, desarrollo y fin del movimiento médico de 1964/1965, la primera rebelión profesionista/urbana/clasemediera del México postrevolucionario, que sería el antecedente directo del movimiento estudiantil de 1968. Albert echa mano de historiadores, sociólogos y de los propios doctores protagonistas de los acontecimientos, en un sólido filme que, por su duración de apenas una hora, debería ser exhibido en la televisión cultural mexicana.
Finalmente, vi el otro plato fuerte del Festival, la única película que podría quitarle el Mayahuel a Mejor Documental a Perdida. Me refiero, por supuesto, a Presunto Culpable (México, 2009), de Roberto Hernández y Geoffrey Smith, ganadora en Morelia 2009.
Sin duda, el filme no tiene la complejidad narrativa ni la riqueza visual de Perdida, pero es evidente que su tema es mucho más pertinente para el México de hoy y de siempre. Hernandez y Smith filman de principio a fin el segundo juicio en contra de Toño Zúñiga, un joven comerciante de Iztapalapa y rapero de vocación, que es acusado de un asesinato y condenado a 20 años de prisión. El matrimonio de abogados formado por el codirector Roberto Hernández y Layda Negrete logran que el primer juicio condenatorio de Zúñiga se declare inválido -resultó que el abogado defensor era "pidata"- y también logran el permiso para grabar la reposición de todo el juicio, de principio a fin, además de entrar al Reclusorio Oriente en donde se encuentra Zúñiga para ver cómo (sobre)vive allá adentro.
La cinta apabulla no por los datos o estadísticas que nos entrega (93% de los detenidos nunca ve un juez, 93% de los detenidos nunca vieron una orden de aprehensión, 92% de las condenas se logran sin que haya evidencia física de por medio, etcétera) sino porque nos muestra, de manera simple, directa, funcional, cómo se realiza un juicio penal en nuestro país. Llega un momento que el filme resulta genuinamente desesperante: uno quisiera poder entrar a la pantalla y sacudir al juez, a la representante del Ministerio Público (-"Quiero que me explique por qué me está acusando", -"Porque es mi chamba"), a los judiciales abusivos, al testigo evidentemente mentiroso... Volveremos a ella cuando se estrene comercialmente porque sé que va a tener corrida comercial este mismo año.
Norteado (México-España, 2009), de Rigoberto Pérezcano, que ha tenido su corrida festivalera exitosa (ganó en San Sebastián y Tesalónica, entre otros sitios), regresa a México y participa en Guadalajara 2010 pero fuera de concurso. La cinta empieza en menos, continúa en más y termina en mucho más: Andrés (Harold Torres), un joven oaxaqueño, llega a Tijuana con la idea de cruzar al otro lado y llegar a Carolina, en donde están unos compadres. Mientras que cruza y no cruza, trabaja para Ella (Alicia Laguna), la dueña de un tendajón, cuyo marido cruzó hace tiempo a Canadá para nunca más volver. Ahí, en la tiendita, trabaja también la silenciosa Cata (Sonia Couoh), cuyo marido, para variar, se perdió en algún lugar de Atlanta y ya no volvió a comunicarse. La aparición de este acomedido muchacho cambiará la cotidianidad de este par de mujeres, que son visitadas por el maduro Ascencio (Luis Cárdenas), acaso pretendiente de la todavía guapa Ella.
Pérezcano se nos descubre como un muy competente cineasta: no sólo es un excelente director de actores sino que es un experto en el manejo de ellos dentro del encuadre y del uso de la música en la banda sonora (de Debussy a Julio Preciado, nada menos). Hay frescura, interés, empatía y nada de truculencias ni sensacionalismos baratos. De seguro tendrá corrida comercial en los próximos meses.
Me quedaron varias cintas pendientes por reseñar (Lebanon y Politist, Adjectiv, entre otras), pero creo que esas merecen espacio aparte, acaso bajo la entrada "El Cine que No Vimos" porque, a menos que aparezcan en el Foro o en la Muestra de la Cineteca, es seguro que no tendrá corrida comercial en esta país, alejado de la mano del Señor del Buen Cine.