Revista Cocina
El azul intenso del mar, el verde de los pinos y el dorado de la arena, son los colores con los que asocio a Guardamar. Situado en Alicante, a mitad de camino entre Santa Pola y Torrevieja, sus veranos me vieron primero crecer y luego, ir en busca de tranquilidad, naturaleza y desconexión. Con los años y el boom del ladrillo, en pleno verano el pueblo es más bullicioso, aunque, incluso así, pasar allí un simple fin de semana me hace desconectar. Las estancias más largas intento desplazarlas al inicio o final de la etapa estival, la población turística desciende y sus playas no están saturadas, disfrutando así mucho más. Y es que para mí, Guardamar es Pinos y Mar.
Su nombre completo es Guardamar del Segura, el apellido le viene por que es allí donde desemboca el río Segura, y es gracias al río, al que la población debe una de sus principales señas de identidad: las dunas.
Las dunas de Guardamar están formadas por los sedimentos que el río y el mar trasladan tierra adentro gracias al viento de levante. Estas dunas, móviles y antes sin obstáculo alguno, a principios del siglo pasado amenazaban con engullir al pueblo.
Para frenar el avance de las arenas, a principios de 1900 se llevó a cabo una repoblación forestal a lo largo de toda la costa que dio lugar al bosque litoral de pinos, eucaliptos y palmeras, conocido popularmente como La Pinada, y que hoy es otra de las señas de identidad de esta villa marinera.
Imaginad, 11 km. de playas de fina arena con una barrera natural formada por los pinos. Comienza en la desembocadura del río, conocida como La Gola, donde también se encuentra el puerto deportivo-pesquero y la Lonja de pescado, y termina en la frontera de la población de La Mata.
La lonja de pescado, otra de las experiencias que no hay que perderse. Aunque estemos de vacaciones merece la pena madrugar un poco y acercarnos a presenciar y, por que no, a participar en la subasta de pescado que tiene lugar a primeras horas de la mañana con los tesoros que los pescadores consiguieron la noche anterior.
De especial calidad y renombre son sus langostinos, hoy en día a precios algo prohibitivos. Además, todos los años, a finales de mayo y junio se celebran las jornadas gastronómicas dedicadas a la ñora y al langostino. El cultivo de la ñora, pimiento redondo, es tradicional en Guardamar, donde se seca de manera artesanal y se utiliza para condimentar todo tipo de arroces y pescados.
Los senderos que atraviesan la pinada y llegan hasta las dunas sólo son accesibles a pie o en bici, por lo que se convierte en una zona ideal para practicar deporte. Una de las cosas que más me apetece cuando estoy allí disfrutando de unos días libres es, al caer la tarde, hacer unos cuantos kilómetros, unas veces corriendo, otras simplemente paseando, entre los pinos y eucaliptos, junto a las dunas, mientras oigo las olas, hasta llegar al espigón donde se encuentra el pequeño faro. Es especial.
Y si el atardecer es bonito, con esos dorados que matizan al resto de colores de la naturaleza, el amanecer no se queda atrás. Observar como sale el sol, en forma de bola roja, del mar, es un espectáculo. Mientras al fondo, en La Pinada, se oye el canto de los pájaros y de las cigarras que nos avisan de que será un día caluroso.
Sus playas más pobladas son la del Centre y la Roqueta, la de Els Tossals, el Camp y les Ortigues son algo más solitarias y naturales, pero todas gozan año tras año de bandera azul. La calidad de su arena, fina y dorada, y la limpieza de sus aguas, a veces, cuando no se conocen, algo traicioneras, convierte a estas playas en el escenario ideal para la práctica de deportes náuticos.
En la pinada, a medio camino entre el mar y el centro del pueblo, se encuentra el Parque Reina Sofía, un espacio con amplias zonas de juego para los más pequeños, estanques, pistas de petanca y un pequeño auditorio donde se celebran espectáculos las noches de verano.
Si nos interesa la historia podemos visitar su museo y es que Guardamar guarda un rico legado arqueológico debido a su estratégica situación. Por allí pasaron fenicios, luego los íberos, que dejaron con la Dama de Guardamar, semejante a la Dama de Elche, un gran testimonio de aquella época. Los romanos activaron el comercio a partir de los recursos del mar y el pueblo musulmán también dejó su huella, recientemente, en el centro de la pinada, se ha exhumado la Rábita Califal.
Son muchas culturas las que han dejado huella en esta población marinera. Al caer la tarde también merece la pena subir al Castillo, una ciudadela amurallada de origen medieval desde donde se divisa como la población se extiende hasta el mar y se obtiene una bella panorámica del cordón dunar y La Pinada. En la actualidad se han habilitado unos senderos alrededor del cerro donde está ubicado que nos permiten conocerlo mejor paseando.
Sé que no soy imparcial y que me dejo llevar, pero Guardamar no es una población turística más. Es algo más que sol y playa, también es cultura, fiestas y gastronomía. Aspectos fáciles de combinar en nuestra estancia, en los que se puede elegir entre unas vacaciones bulliciosas o unas vacaciones tranquilas. Por esta segunda opción es por la que opto casi siempre, pero también me gusta salir a cenar o salir a tomar una copa a últimas horas de la tarde o por la noche, mirando al mar.
Y así le pongo punto final a este post, tomando una copa en el SkyBar Guardamar. Situado en la azotea del Hotel Meridional, nos permite disfrutar de las mejores vistas panorámicas y de la brisa marina mientras tomamos una copa antes o después cenar y escuchamos buena música chill-out.
Bon Voyage!