Revista Salud y Bienestar
La difícil lucha contra la malaria, enfermedad que afecta a más de 300 millones de personas cada año y que mata a unas 800.000 -niños más de la mitad-, se aborda desde varios frentes, a la espera de futuras vacunas efectivas. De momento, las posibilidades se reducen al uso de medicamentos profilácticos costosos y con efectos secundarios no despreciables y a la fumigación con potentes insecticidas para eliminar los mosquitos anopheles, que son pieza clave de la transmisión de la enfermedad. Pero el uso de insecticidas tiene efectos negativos en la salud humana y un gran impacto ambiental porque el exterminio no diferencia las especies de insectos nocivos de los que no lo son. La desecación de humedales y marismas, donde viven los mosquitos, es efectiva pero tampoco está exenta de efectos medioambientales indeseables. Ahora unos científicos británicos y estadounidenses presentan los resultados satisfactorios de unos experimentos que abren la puerta a otra estrategia de lucha: la difusión de insectos inhabilitados, por ingeniería genética, para transmitir la enfermedad. Sería una forma de guerra biológica, pero controlada, sin afectar a especies ajenas a la malaria.
Ya se habían logrado mosquitos transgénicos con una capacidad muy limitada de transmisión de la enfermedad. El problema era que la modificación del ADN desaparecía rápidamente en la población de insectos al no conferir ninguna ventaja a los transgénicos frente a los naturales. Andrea Crisanti (Imperial College, Londres) y sus colegas explican en la revista Nature cómo han hecho sus experimentos y el éxito que supone lograr que una modificación genética realizada en unos mosquitos se propague en una población y que se conserve tras varias generaciones.
Para empezar hicieron, en el laboratorio, una población de mosquitos con un gen que produce un marcador verde fluorescente para facilitar la identificación de los insectos en el experimento. A continuación permitieron que se mezclaran con esta población inicial unos cuantos mosquitos con otro cambio en su ADN, esta vez el importante para el experimento, cuyo efecto es inactivar permanentemente el gen de la fluorescencia verde. A la hora del recuento comprobaron que, si en la población inicial más del 99% mostraban la coloración del marcador, tras doce generaciones, ese porcentaje se había reducido a menos de la mitad, es decir que la modificación capaz de anular el gen de la fluorescencia se estaba extendiendo. El éxito del experimento indica que es posible utilizar esta técnica para propagar en poblaciones salvajes de mosquitos una modificación genética específica, por ejemplo que limite su capacidad transmisora de la malaria.
Crisanti y sus colegas, explica el Imperial College, han basado sus ensayos en Anopheles gambiae, uno de los principales mosquitos implicados en la propagación de la enfermedad, y lo que han hecho es introducir en ellos una secuencia de ADN que no sólo inactiva el gen de la fluorescencia verde sino que al mismo tiempo inserta una copia de si mismo en su lugar. Y esto ocurre en las células espermáticas del mosquito, de manera que cuando se cruza, casi todos sus descendientes reciben ese fragmento específico de ADN, que poco a poco se va difundiendo por la población en sucesivas generaciones.
"La malaria es una enfermedad terrible. Hay unas 3.500 especies de mosquitos en el mundo y solo unas pocas transmiten el mortal parásito Plasmodium falciparum", explica uno de los científicos autores del nuevo trabajo, Austin Burt. "Esta tecnología nos permite enfocar nuestro trabajo exclusivamente en el control de esas especies de mosquitos peligrosas". El primer firmante del artículo en Nature, Nikolai Windbichler, explica que en esta nueva estrategia, la modificación genética se hereda directamente a los descendientes en la reproducción, "lo que la convierte en una medida de control biológico específico que no afecta siquiera a otras especies de mosquitos".
Este equipo científico (con participación de expertos de la Universidad de Washington en Seattle, EEUU) está ya trabajando en el siguiente paso, centrándose en genes que el mosquito necesita para su reproducción o para la transmisión de la malaria. Si los experimentos tienen éxito, con esta tecnología se podría soltar en la naturaleza -en zonas donde la enfermedad es endémica- una cantidad reducida de mosquitos transgénicos que propagarían sus genes y se reduciría notablemente el número de mosquitos transmisores. Sería una forma barata, segura y altamente efectiva para luchar contra la malaria, afirman Crisanti y sus colegas, que cuentan con poner a punto la tecnología en cinco o seis años.
**Publicado en "EL PAIS"
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