Tras la euforia del Acuerdo de París emanado de la COP21, quizás es momento de empezar a valorar la relevancia del mismo y si, tras casi seis meses desde que se alcanzara, las partes (nombre que el documento da a los países o territorios que lo suscribieron) han empezado a cumplir con el calendario fijado para su puesta en práctica.
Precisamente para conocer el estado de aplicación del Acuerdo de París y cómo puede condicionar las políticas en materia de cambio climático y energía de los próximos años, esta semana el Colegio Oficial de Ambientólogos/as de Andalucía ha realizado un webinar en el que Sostenibilidad a Medida ha aportado una presentación en torno a la visión global de este acuerdo, la hoja de ruta que debe seguir en los próximos años y una valoración que diera lugar al debate.
¿París o Kyoto, qué ha mejorado en el acuerdo?
Para poder ver con perspectiva qué ha venido a mejorar el Acuerdo de París, es importante compararlo con el Protocolo de Kyoto, al que viene a sustituir a partir del 2020. Que haya pasado de ser un acuerdo de países desarrollados con conciencia en torno al calentamiento global a ser un acuerdo global en el que han participado 175 países es un logro enorme, sobre todo porque supone pasar de ser suscrito por los responsables del 14% de las emisiones a nivel mundial, que después tenían que intentar convencer al resto de que se sumaran a un acuerdo en el que no habían participado, a ser aprobado por los responsables del 99% de las emisiones GEI en el planeta.
Y otro aspecto destacado es pasar de ser un acuerdo centrado en la Mitigación y por tanto, en la reducción de emisiones, a ser un acuerdo que tiene en cuenta la necesidad de abordar la Adaptacíón, especialmente para los estados insulares, y la Financiación de estas acciones, otro de los principales flancos débiles del Protocolo de Kyoto, que dejaba la financiación en manos de un mercado de emisiones que ha sido insuficiente y que se ha alterado en función de ciertos intereses.
En este sentido, nos quedamos con una idea, la necesidad de pasar de hacer negocios con el cambio climático a hacer negocios para el cambio climático, en clara referencia al papel de las empresas y la actividad económica a la hora de asumir estos compromisos.
NDC, la materialización de los compromisos de las partes
Si, el primer paso era suscribir el acuerdo y para eso el pasado 22 de Abril en la sede de las Naciones Unidas se celebró un acto protocolario, pero no basta. La clave está en los NDC (Nationally Determinal Contribution) es decir, los compromisos finales que asume cada parte. Y aquí se empieza a desinflar la euforia, vale que tengamos hasta Abril de 2017 para hacerlo, pero es que el Acuerdo de París no entra en vigor hasta que al menos 55 partes (y la Unión Europea en este caso cuenta como una y no como veintiocho) que representen el 55% de las emisiones hayan acordado sus NDC. En París se habló de intenciones, pero ahora deben ser documentos formales.
En esta página del World Resources Institute puede comprobarse la evolución que por el momento es bastante desoladora, con sólo 17 países (principalmente estados insulares) que han ratificado sus NDC que suponen apenas el 0’5% del total de emisiones.
En el caso de España, el acuerdo lo ratifica la Unión Europea, a la que el gobierno en funciones ha dado autorización, pero la aprobación del NDC a nivel europeo (fijado en una reducción de las emisiones de un 40% respecto a 1990, lo que se recogió en el Acuerdo Marco 2030) está pendiente de su tramitación por tener algunos aspectos en los que funcionará como legislación a nivel europeo de obligado cumplimiento.
Sin ninguna duda, tras la euforia creada por los Acuerdos de París es momento de hacer incidencia de modo mas intenso desde la sociedad para hacer a los gobiernos cumplir los acuerdos, un primer avance este logro se verá en la COP22 que se celebrará a finales de 2016 en Marrakech.
Ajuste entre aumento de temperatura y reducción de emisiones
Cuando nos preguntan, la parte del acuerdo que mas dudas genera es precisamente la referida al objetivo que persigue y la forma de “medir” el esfuerzo por lograrlo. Decíamos que frente a Kyoto, que fué un acuerdo de mitigación donde por tanto se perseguía lograr una reducción de emisiones GEI, en el Acuerdo de París se incluye el enfoque de Adaptación y se busca frenar el aumento de la temperatura del planeta y que no supera un umbral entre 1’5 y 2 ºC. Para ello, la única forma patente de lograrlo es reducir las emisiones, sin embargo deja una puerta abierta a que sea posible frenar ese aumento sin tener que emitir menos GEI, la verdad es que no sabemos cómo.
Esto supone que sucesivamente se irá haciendo el seguimiento de la evolución de la temperatura del planeta para medir su incremento (u ojalá reducción) en los años 2018 y 2023, para a continuación, años 2020 y 2025, instar a las partes a revisar sus NDC (compromisos de reducción de emisiones ) para adaptarlos a las necesidades que se planteen, ya sea haciéndolos mas ambiciosos o rebajando un poco sus objetivos. Viendo la lentitud con la que las partes son capaces de acometer acuerdos, plasmar compromisos y llevarlos a la práctica, no es para ser muy optimista con este planteamiento, sobre todo cuando la “descarbonización” del modelo económico y las actividades productivas no es uno de los objetivos literalmente plasmados en el Acuerdo de París, aunque muchos pensemos que es hoy por hoy la única vía.
Llegado a este punto, puede que al no existir la obligatoriedad legal en el cumplimiento de los Acuerdos de París, haya que avanzar desde imponer a partir de una obligación “legal” a impulsar a través de la obligación “ética” y de nuevo ahí la sociedad tiene un papel muy importante.
Por si tienes interés, esta es la presentación completa:
Estaremos pendientes de la evolución tanto de la aplicación de los Acuerdos de París como del desarrollo de COP22 en Marrakech, y seguiremos haciendo Eco.
@tehagoeco
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