Revista Ciencia

Hagamos que llueva

Por Vigilis @vigilis
Más clavos para el ataúd. Sin salir de una, ya estamos metidos en otra. En algún momento hemos ofendido a los dioses de tal manera que nos hacen pagar todos nuestros pecados juntos. Tal que así que no les basta con la miseria y la tristeza, ahora nos quitan la lluvia.
Tenemos muy poca memoria. El frío siberiano hace que agradezcamos el sol invernal, así que miramos para otro lado y no contamos los días de lluvia de este invierno. Pero el campo sí tiene memoria: las fuertes heladas y el invierno seco endurecen la tierra, la hacen menos esponjosa al riego y la cosecha sufre para alimentarse. Los granos gordos requieren poca agua en época de germinación, pero si hay poca agua en el periodo de crecimiento, las plantas crecen menos, débiles y quebradizas. Se ha de adelantar la primavera por medios artificiales, es necesario comenzar a regar cuanto antes hay que dar de beber a las plantas y ablandar la tierra.
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Y esto nos lleva a otro problema: hay poca agua en reserva. Si la primavera no nos honra con lluvias felices, tendremos que replantear nuestras prioridades. ¿Proteger la riqueza ecológica de los estuarios o comer? Poner ejemplos extremos es llamar la atención, lo sé, pero en ocasiones es necesario coger de la pechera a alguien y zarandearlo. Ese solomillo tan rico no crece en la carnicería, viene de una ternera que mamó de una vaca que comió grano que engordó al sol de una planta que creció por la lluvia y la tierra húmeda.
A veces estamos tan ocupados en mirar nuestra imagen en el espejo que ni tiempo tenemos para saber lo que hay más allá. Sobre todo en las ciudades, se vive de espaldas al campo, tratando sus problemas como un asunto secundario. Veo cierto clasismo en quienes ven al campo como área recreativa y de disfrute paisajistico ocioso.

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Ribeira Sacra

Por supuesto que a los empalagosos políticos profesionales se les llena la boca con la agricultura y con fantasiosos proyectos de supervivencia del campo mediante limosnas. Como pus que sale de la herida o como rémoras ventajistas, son los que menos tienen que meter sus hocicos en un mundo que ni comprenden ni quieren comprender. Qué esperar de quienes se esfuerzan tanto por condenar la vida que da el campo. Malditos paletos amantes del sushi. Desagradecidos desertores del arado. Si os vieran hoy vuestros abuelos, tras dos merecidísimas bofetadas, os preguntarían cómo es posible que sigamos tirando agua dulce al mar. Ah, la ecología. Es que la ecología es una palabra mágica que da votos, abuelo. Más bofetadas. Manda a las máquinas, haz canales, riega. Antes era costosísimo hacerlo y hoy no lo es tanto. A qué esperamos.

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