Revista En Femenino

Hamdulillah

Por Expatxcojones

Hay veces en que haces planes y, después, todo te sale como el culo. Ayer fue uno de esos días. Había quedado con Randa, una chica marroquí para hacerle una entrevista. Pero a última hora me llamó y la canceló. Le había surgido un trabajo que no podía rechazar. Me quedé compuesta y sin novio. Pero soy una mujer de recursos y tenía un plan B: Mohamed.

Mohamed tiene una tienda en la medina. De hecho, tiene dos. De vez en cuando le compro algo. Mi última adquisición: una cazadora de piel roja. Un capricho que tenía desde la adolescencia y que, por fin, he hecho realidad. Como tengo su número, lo llamé.

-Buenos días Mohamed. Soy la chica española de la chaqueta...

-Sí. Sí. Buenos días ¿Cómo estás?

-Sí. Él también está bien.

-Bien. Trabajando. ¿Y tu familia? ¿Todos bien?

-Todos bien. Hamdulillah (gracias a Dios)

Y es que en Marruecos todas las conversaciones pasan por esta fase previa. Antes de hablar de cualquier cosa es requisito preguntar por el bienestar de los allegados. Al principio me costaba un poco. Yo suelo ser más directa. Pero con el tiempo te acabas acostumbrando y te sale sin pensar. Hechos los prolegómenos necesarios me tiré a la piscina.

-Oye Mohamed, ya te comenté que estoy escribiendo un blog, ¿podría pasarme por tu tienda y hacerte unas preguntitas?

-Sí, claro. No hay problema.

-¿A qué hora puedo pasarme?

-A eso de las doce estaría bien.

-Ok. Nos vemos a las doce. ¿En cuál estarás?

-No lo sé. Mira en una y, si no estoy, ve a la otra.

-De acuerdo. Gracias. Hasta luego.

A las doce menos cinco ya estoy en la puerta de su tienda. La pequeña. La de la calle principal. La encuentro vacía. Miro alrededor. Su hijo mayor está sentado en la terraza del café de enfrente con unos amigos. Le pregunto por su padre y me contesta que está en la otra. Apenas hay tres minutos andando, así que cojo la directa y voy para allá.

Situada en un callejón estrecho. El local es mucho más grande. Hay un montón de género expuesto. Tras el mostrador, su otro hijo. El mediano. Mirando el móvil. Le pregunto por su padre. Lo va a buscar dentro. Sale y me dice que me espere un momentito. Me siento en el portal. A estas horas hay poca gente paseando. La mayoría de los comerciantes son hombres y están sentados con sillas en la misma calle. Hablando con sus colegas. Para ellos la vida parece discurrir de modo tranquilo.

Mohamed sale. Nos saludamos y le propongo ir al café. Allí hablaremos más tranquilos y podré apoyarme en la mesa para tomar mis notas. A él le parece bien. Vamos al bar. Pido un café con leche y empezamos la conversación.

Antes de hacer una entrevista siempre me tomo un tiempo de "calentamiento". Hablo de temas triviales, bromeo, o incluso cuento cosas de mi misma. Una manera de romper el hielo y hacer que el entrevistado se sienta cómodo. No quiero que vea esto como un interrogatorio sino como una charla informal entre amigos.

Mohamed me lo va a poner difícil. Lo intuyo. Está tenso. Callado. Expectante. Le hago las primeras preguntas y me responde con monosílabos. Mierda. Mierda. Mierda. Aunque las primeras no son importantes. Nunca lo son. Las mejores las reservo siempre para el final, ya me da una pista de por dónde irán los tiros.Y la cosa pinta fea.

Mohamed es originario del Rif. Allí vivió con sus padres y sus hermanos. En el campo. Cultivaban la tierra y tenían animales.

- Yo no fui al colegio. Vivíamos en un pueblecito muy pequeño. Apartado. En las montañas. No había escuelas, ni hospitales ni nada de nada.

Con dieciséis años vino a Tánger. Alquiló una habitación y se puso a trabajar de dependiente en un bazar.

- Cuando yo llegué esta era una ciudad muy pequeña. Desde hace unos años ha crecido mucho. Pero a pesar de que aquí vive mucha gente, más de un millón de personas, están todos muy dispersados y no tienes sensación de agobio. Por eso me gusta. No es como en Casablanca o Rabat.

En 1983 se fue a probar suerte a España. Se instaló en Lloret de Mar, un pueblecito turístico que hay en la costa catalana.

- Tenía un conocido allí que regentaba una tienda. Yo trabajaba con él e iba a comisión. En invierno me iba a las Islas Canarias. Allí había otro marroquí que también tenía un bazar. En un pueblo que se llama Puerto Rico. De ahí viene el nombre de mis tiendas.

Después de estar en España durante seis años, decidió volver. Le pregunto porqué.

- Mi familia está aquí. Yo no quería estar solo. Volví y monté mi propio negocio. Mi padre murió. Me quería ocupar de mi madre. Tengo a mis hermanas. Ya sabes,... la familia es muy importante.

Me cuenta que le gustó estar en España. Descubrir mundo. Era joven. Fue a discotecas. Bailó. Bebió. Pero luego creció y se dio cuenta que este no era el camino.

- En la vida solo hay dos caminos. Uno tiene final y el otro no. Ahora que soy mayor lo sé. Por eso me comporto como debe hacerlo un buen musulmán. No bebo. No como cerdo. Hago ramadán y voy a rezar a la mezquita.

Mohamed ha trabajado duro pero ahora es propietario de dos tiendas. Las dos en la zona de la medina. El corazón comercial de Tánger. Vende bolsos, chaquetas y maletas. Todo de piel. Pero también tiene un taller. Fabrica para otros. Al por mayor. Y aunque podría retirarse dice que no sabe hacer otra cosa.

- Cuando me levanto por las mañanas solo pienso en salir. La vida del comerciante es la mejor. Estás en la calle. Con gente. Hablando con tus amigos. Si dejo de trabajar y me quedo en casa ¿Qué voy a hacer?

Le pregunto si aquí han notado la crisis que hay en España. Me contesta con un sí rotundo. Pero me dice que los españoles continúan siendo los mejores clientes. Le pregunto cuales son los peores. Ríe. Los alemanes, dice, son muy duros. Y los franceses, algo racistas.

Intento hablar de otras cosas. La inmigración. El Islam. La educación de los hijos... pero sin éxito. Sus respuestas son escuetas. No hay frases estupendas ni titulares deslumbrantes. Me acabo el café. Me fumo un cigarro. Busco en mi cabeza otros temas de conversación pero no los encuentro. Estoy espesa. Me cuesta pensar.

Quizás la culpa de que esto sea una mierda no es suya sino mía. Es este puto resfriado. Tengo una tos de perro pulgoso que asusta. Unos mocos que no me dejan respirar. Una cabeza que apenas funciona. Y un cuerpo que arrastro como si no fuera mío. Así es imposible trabajar. Cierro mi libreta. Guardo mis cosas en el bolso y me despido. Mañana será otro día. Insha'allah.


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