(Dubraska Falcón, El Universal, 01/03/2012)
A Harry Abend (Polonia, 1937) el dibujo lo provocó. Abiertamente se le insinúo y lo enganchó. Corría el año 1976 cuando el ganador del Premio Nacional de Escultura (1963) se dejó seducir por el lápiz y el papel. El artista vivía en Londres, en donde tenía su taller. Ahí se hizo amigo del pintor Brian McMinn, quien un día le preguntó si dibujaba.
“Mi respuesta fue sencilla”, asegura Abend. “Le dije: ‘Sí, pero todos mis dibujos están relacionados con mi trabajo de arquitectura’. Y él se quedó intrigado. Me preguntó que si no hacía dibujos por ‘sí mismo’. Y le respondí que no”, recuerda.
Brian McMinn le propuso entonces a Abend que ambos dibujaran durante toda la noche. Solo había una condición: los dibujos tenían que hacerlos en un minuto. “Y esa noche hicimos cientos de dibujos. Ahí el dibujo me enganchó, me provocó, y quise seguir”. Sin saberlo, ese era el inicio de una gran historia
Y el domingo, a las 11:00 a.m., el artista expondrá un capítulo de esa historia: 25 piezas, entre dibujos, litografías y xilografías, en el Museo Kern de la Unión Israelita de Caracas. Se trata de la muestra Harry Abend: obra sobre papel, en la que exhibe un trabajo geométrico abstracto.
La primera vez que expuso sus dibujos fue en 1982 en la Sala Mendoza. Y para esta ocasión el también arquitecto realizó una selección de 31 dibujos que tenía en su taller. Número que luego el curador de la exposición, José Francisco Cantón, redujo a 25.
-¿Por qué el papel?
-Tengo más de 30 años dibujando sobre papel. Son dibujos de la propia vida.
-Ha afirmado que los dibujos no tienen relación directa con su trabajo en escultura ni en arquitectura…
-Cuando era estudiante dibujaba solo para los proyectos de arquitectura, pero ya en los años 80 comencé a realizar dibujos por sí mismos.
-¿Cómo fueron esos primeros dibujos?
-Con Brian McMinn hicimos dibujos en papel muy económico. Cuando me enganché al dibujo comencé a experimentar con papeles de más calidad. Utilice lápiz de carboncillo, luego pasé al oil-stick -barra sólida de óleo-, porque con él los negros son más intensos. Y aquí hay unos que están hecho con la barra.
-¿Qué lo empuja a dejar a un lado la escultura?
-Cuando dibujo descanso de la escultura, y me relajo. Para mí es un descanso del trabajo que requiere la escultura. Claro, el esfuerzo es un poco más liviano. Cuando uno cambia de medio descansa del otro. Hay un ejemplo muy bueno: Pablo Picasso hizo pintura, escultura, cerámica. Todos esos fueron intervalos para descansar de un medio a otro medio. Esos cambios son buenos.
-Usted, que afirmó haber sido entrenado para ser arquitecto, ¿cómo define sus faceta de dibujante?
-(Risas). Hay diferentes opiniones. Hay quienes dicen que mis dibujos son muy escultóricos. Esas observaciones de mis amigos y de los críticos de arte me hicieron reflexionar un poco. De pronto vi la relación que tenían. Yo dibujaba solo por dibujar, sin pensar en lo absoluto en la escultura. Cuando tallo la madera lo hago directamente sobre ella, sin bocetos ni dibujos previos. Son muy espontáneos. En mis dibujos no hay modelos, no hay paisajes: todo es de memoria.
-¿Por cuál faceta se inclina Harry Abend?
-Después de que me gradué de arquitecto me dediqué a la escultura. He trabajo mucho con arquitectos resolviendo ciertos problemas que tienen que ver con la parte plástica. ¡Me siento más cómodo como escultor! Realmente no he hecho nada en arquitectura en el sentido, por ejemplo, de edificios. Porque revestir las pantallas inclinadas del Teatro Teresa Carreño fue una colaboración hacia una arquitectura que ya existía.
-Miguel Arroyo y Carlos Raúl Villanueva. ¿Quiénes son para usted?
-Fueron dos personas muy importantes. Arroyo me dio clases de plástica dos años en la Facultad de Arquitectura. Ahí se dio cuenta de que yo tenía tendencias escultóricas. Y Villanueva me dio clases de taller de composición durante cuatro años. Ser discípulo de Villanueva es algo grande. Él mezclaba arquitectura con escultura.
-Cuando lo homenajearon en la Feria Iberoamericana de Arte, en 2009, dijo que se había “recogido” por el momento cultural que estaba viviendo el país. ¿Cómo ve hoy a la cultura?
-Lo que estoy sintiendo en este momento es un poco diferente: hay una apertura. Oigo nombres que conocía y sé que son muy capaces. Aparecen más galerías y noto mucho entusiasmo. Hace más de dos años había un tenso silencio. Cada museo tenía su colección y tenía su personalidad. Pero no puedes agarrar todo eso y ponerlo en un solo sitio. Ese desorden no puede ir con el arte.