Ha muerto la poetisa y crítica literaria polaca Wislawa Szymborska a los 88 años en su casa de Cracovia, víctima de un cáncer de pulmón. Aunque estoy por decir que las grandes personas como Szymborska, que en 1996 recibió el premio Nobel de Literatura, nunca mueren del todo. Para mí seguirá siendo una referencia vital, como poetisa y como ser humano. No era muy alta, tenía un aspecto frágil, pero era una poderosa mujer, un ser humano excepcional. Según dijo su secretario personal, Michal Rusinek, quien deleita a los niños polacos con los maravillosos cuentos que escribe, contó a los medios de comunicación que Szymborska “falleció en casa, tranquila, mientras dormía”. Szymborska, que fue siempre una fumadora empedernida, murió probablemente como vivió, de forma apacible. La poetisa era una mujer llena de vitalidad, con un gran sentido del humor, cariñosa y siempre con una sonrisa en los labios. Era la poetisa más conocida de Polonia, tanto dentro como fuera de su país. Optó por una poesía llena de humor, ironía, cotidianidad y sentimientos positivos, y supo jugar con gran habilidad con las palabras. Sus versos llegaron inmediatamente a mi corazón cuando los leí, por primera vez, en España, hace unos 10 años. Su primer poema, ‘Buscando una palabra’, fue publicado en un diario local polaco en 1945. Licenciada en Filosofía Polaca y en Sociología por la Universidad Jagelloniana de Cracovia, trabajó de 1953 a 1981 como crítica en la revista ‘Zycie Literackie’ (Vida Literaria’), donde tenía una columna fija, ‘Lectura no obligatoria’, en la que comentaba libros de los más diversos temas. También publicó en el semanario ‘Tygodnik Powszechne’ y en la sección de libros del influyente periódico ‘Gazeta Wyborcza’. Szymborska tradujo a muchos poetas franceses, sobre todo barrocos, y en la década de los 80 del siglo pasado colaboró activamente, bajo el seudónimo de ‘Stancykowna’, con la publicación polaca ‘Arka’ y la revista parisiense del exilio polaco ‘Kultura’. A Szymborska se la equipara, y con razón, con grandes genios de la literatura polaca como Czeslaw Milosz (que fue premio Nobel en 1980), Tadeusz Rozewicz y Zbigniew Herbert, y algunos críticos llegaron a decir de ella que era el “Mozart de la poesía”.
“El poeta de hoy es escéptico e incluso desconfiado”, dijo en su discurso de recepción del Premio Nobel, uno de los más cortos e irónicos que se recuerdan. “Cuando escribo siempre tengo la sensación de que alguien está detrás de mí haciendo muecas. Por eso huyo, todo lo que puedo, de las grandes palabras”, destacó la poetisa y escritora polaca durante la entrega del galardón. Sus versos están traducidos al español en las editoriales Hiperión, Lumen, Igitur y Alfabia, si no estoy mal informado. Según un periódico español, Patxi López, en su toma de posesión como lehendakari, leyó un poema de Szymborska dos veces. La poetisa nació en Kornik (oeste de Polonia, cerca de Poznan) en julio de 1923, pero la mayor parte de su vida transcurrió en la bella Cracovia. En esa ciudad del sur de Polonia pasó sus últimos años; vivía apaciblemente y con sencillez en un piso modesto, pero donde nunca faltaron los bombones y otras delicias y el brandy. En su casa solía recibir a sus amigos, a sus traductores y a muy pocos periodistas. Wislawa Szymborska escribió una decena de libros de poemas. Rechazó sin contemplaciones los dos que publicó antes del año 1957, porque, a su juicio, estaban demasiado contaminados de realismo socialista, esa bazofia seudo cultural que inventaron los artistas y plumíferos del comunismo pocos años después de la Revolución de Octubre, en 1917, y luego se extendió a los países del denominado ‘socialismo real’, como Polonia. Su obra ‘Llamada al Yeti’ (1957), es considerada por los críticos como una etapa clave de su actividad poética, porque en esa época rompió amarras con el realismo socialista. Szymborska, como muchos escritores, artistas e intelectuales polacos de la posguerra, creyó en el porvenir radiante del comunismo, hasta que, poco a poco, se fue desengañando y se dio cuenta que el paraíso del marxismo leninismo era un sistema perverso basado en la mentira, la manipulación, la violencia y el crimen.
Entre 1953 y 1981, trabajó como editora de poesía y columnista en un semanario de Cracovia. En aquella época, también publicó diversos ensayos y artículos y tradujo poemas franceses al polaco. Obras como ‘El gran número’, ‘Fin y principio’, ‘Instante’ y ‘Aquí’, -el último libro que publicó, de 2009- revolucionaron el panorama poético polaco. En los últimos años de su vida, Szymborska autorizó la traducción a otros idiomas que el polaco de las divertidas notas de lecturas que publicó durante 30 años en la prensa de su país. Fue capaz de hablar de jardinería y del Mío Cid sin el menor problema, porque era culta, pero ni arrogante ni pedante. Los verdaderos sabios son así. La poetisa conocía muy bien la mejor escuela del mundo, la de la vida misma. Ella nunca tuvo el menor problema en decir que ignoraba muchas cosas. Su humildad no era un pose. Su bondad, profunda y verdadera. “Solo las preguntas un poco ingenuas son verdaderamente profundas”, pensaba Szymborska. En una entrevista que llevó a cabo el escritor español Félix Romeo con la poetisa con motivo de la publicación en castellano de su ‘Poesía no completa’, Szymborska declaró: “Diría que incluso aquellos que transmiten el mal tienen en el fondo una forma de amor hacia el mundo. Estoy convencida. Y, si no es así, lo siento por esos poetas”. Szymborska nunca renegó del humor como parte esencial de su obra: “Mi poesía, como la vida, es una moneda: tiene una parte trágica y una parte cómica”. La poetisa fue ante todo y por encima de cualquier otra consideración amor en estado puro. Hasta siempre, señora Szymborska.