Revista Diario

"Hay que pasar el verano" por Martín Rodriguez

Por Julianotal @mundopario
Comparto un articulo publicado para El Dipló por Martín Rodriguez. Como siempre, una nota agradable pero que nos deja unos interrogantes (la facilidad de los que tienen buena prosa).

LA POLÍTICA CUANDO SUBE LA TEMPERATURA

Hay que pasar el verano

Protestas, saqueos, conflictos: si en invierno se toman los palacios, en verano se toman las calles.

"Si todos pensamos en el calor va a hacer más calor”, decía en la televisión un émulo de Claudio María Domínguez durante una ola de más de 35 grados. El calor nos sintoniza en el fuego. No somos brasileños. No aprovechamos el calor para estar más livianos, sino para sacar todo afuera. Verano: todos pensando lo mismo, pero todos pensando lo mismo a 35 grados de térmica.
El ideal periodístico quiso siempre seguir a la política según su cronograma parlamentario. Cierre de sesiones en diciembre, reapertura en marzo. Dejar en piloto automático la administración mientras los humildes disfrutan Mar del Tuyú, los pretenciosos Pinamar o los ricos el Este. Un país en manos del personal de maestranza. Tregua de la lucha de clases. Y hacer notas a políticos durante sus vacaciones. Fotos en Cariló, Gesell, Punta del Este bajo la carpa, mostrando sus lecturas de verano, sus caminatas, el tejo, el truco. Imposible en Argentina: decís enero en Pinamar y se te viene Cabezas encima. En el verano de 2005 Aníbal Fernández y José María Díaz Bancalari compartían la playa y el truco. Aníbal era parte del gobierno, Bancalari aún pertenecía al duhaldismo en retirada. Se dejaron fotografiar. “Es un hermano”, dijo Aníbal.
Pero eran excepciones. La estación vuelve herbívoros a los políticos pero la gente quiere carne. Contra ese ideal ocioso que el verano argentino –o, más aun, el verano porteño– inaugura junto al calor, la crisis del 2001 patentó un mayor grado de intensidad política. Las cosas están calientes. El horno no está para bollos. Las respuestas al “fenómeno” pueden ser puntuales, marxistas o milenarias, según la cultura de un pueblo católico que se esperanza con la Navidad y la posibilidad de tener las cosas que desea. Para colmo el calor se adelanta. Las temperaturas empiezan a arder desde fines de noviembre. El verano dura cinco meses. De noviembre a marzo. Casi medio año. Cacerolas, piquetes, clubes de trueque. Desde 2001 que todos los veranos huelen a 2001. En invierno se toman los palacios. En verano se toman las calles.
Hace pocos días, en una oficina en la que quedamos solos por cinco minutos, le pregunté al maestro Héctor Larrea, mientras él comía de un plato plástico, si en verano se puede oír el tango. Quise decirle: si se deja oír, si el clima no mina la escucha relajada de esa música tan retorcida, de la que chorrea el agua negra del Riachuelo, música de noche, niebla y frío que podría resultar pegajosa. Don Héctor me miró sabiendo que hacía algo importante (apartar la vista de lo que comía ante la pregunta de un idiota que no valía tanto la pena) y su respuesta fue: “¿por qué?”. No tuve respuesta.
Si todos pensamos lo mismo al mismo tiempo, la ciudad estalla. Si todos prendemos los ventiladores y los splits al mismo tiempo, se corta la luz. Si todos decimos lo que pensamos cada vez que lo pensamos, inauguramos el verano. El verano es una filosofía de la política. La que inventó la Argentina del ahorrista y el trueque: hacer público y político lo más privado.
El kirchnerismo tuvo su verano en el Indoamericano. A dos meses de la muerte de Néstor Kirchner, hecho que había conmovido el país y revivido su mística, la toma de tierras en el sudoeste de la ciudad puso la agenda de la “nueva etapa” sobre la mesa: necesidad, organización, fuerzas de seguridad, violencia urbana, déficits estructurales. El verano dio la radiografía caliente de lo que el invierno debía administrar. El verano es calle, el invierno es gestión. El invierno administra el verano. De lo que hacemos en la soledad fría de julio depende la intensidad del calor callejero de diciembre.
* Periodista.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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