Existe la tendencia de recortar “gastos” primero en la investigación fundamental o básica. Paradójicamente en este periodo de crisis se habla más que nunca sobre la necesidad del conocimiento, y se está de acuerdo que justamente en periodo de crisis hay que aumentarlo. ¿De qué conocimiento estamos hablando?
Según dijo el físico Pedro Miguel Etxenike (en la foto), Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 1998: “El conocimiento (que crece a través de tres factores: la investigación básica, la investigación aplicada y la innovación) es la principal materia prima del nuevo sistema globalizado.” La investigación básica, o fundamental, es la que da lugar al conocimiento científico o a la ampliación del conocimiento científico, que se plasma en teorías, leyes y fórmulas científicas. Este conocimiento se aprovecha y se utiliza para realizar la investigación aplicada, en el desarrollo de tecnologías, procesos químicos, productos, etc. que son aplicaciones de la ciencia. Porque “las ciencias aplicadas no existen, solo hay las aplicaciones de la ciencia” (Louis Pasteur). Por último, la innovación se produce cuando el conocimiento sale de los laboratorios y de las plantas piloto para convertirse en procesos, productos y tecnologías industriales y comerciales. Son saltos progresivos de una escala a otra. Son etapas que necesitan su tiempo y su maduración.
Si recortamos en la investigación básica, estamos empobreciendo la innovación en sus raíces. Seguiremos innovando con desrrollos basados en los conocimientos existentes, pero será una innovación más bien de mejoras, nada revolucionaria.
Un ejemplo de innovación actual con raíces en la investigación básica: la nanotecnología, que manipula la materia a escala atómica y molecular para obtener materiales con unas características no conocidos anteriormente y que empieza o está en el umbral de tener sus aplicaciones en la electrónica, en la medicina, etc... Una tecnología todavía en pleno desarrollo. Y esto que ya han pasado muchos años, desde que el físico Richard Feynman (en la foto) intuyó y sugirió por primera vez la posibilidad de crear y desarrollar una nanociencia y una nanotecnología hace más de 50 años, y que recibió por sus descubrimientos el Premio Nobel de Física en 1965. El primer Premio Nobel de Física se concedió en 1901 a Wilhelm Röntgen por su descubrimiento de los rayos X. hoy, más de 100 años después se sigue explorando nuestro cuerpo humano con ellos. Y el primer Premio Nobel en Química, también en 1901, lo recibió Jacobus H. van ‘t Hoff, por sus investigaciones de las velocidades de reacción y del equilibrio químico, y de la presión osmótica. Estas investigaciones fueron la base sobre la que se ha podido construir la industria química actual.
Solo dos científicos españoles han recibido un premio Nobel: Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel en Medicina en 1906, y Severo Ochoa, Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1959. Entre el primero y el segundo han transcurrido 53 años. Estamos en 2012, es decir 53 años desde el segundo. Y no hay premio a la vista. Nunca ha habido un Premio Nobel español de Física o de Química. ¿Estamos haciendo marcha atrás? ¿Existe la probabilidad de tener un Premio Nobel en los próximos años si se recorta en investigación básica? Ninguna crisis ha impedido conceder los Premios Nobel. Pero los científicos que los reciben no pueden trabajar gratis. ¿No hay dinero? ¿Por qué en esta sociedad hay más dinero para pagar a un futbolista de primera división que a un científico de primera? ¿Qué se paga hoy a un invitado sin cultura para decir vulgaridades en un reality show de la televisión?
¿No es hora de cambiar el “chip” de esta sociedad?
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