Hera fue hermana y esposa de Zeus, siendo uno de los 12 personajes que habitaban en el Olimpo. Era hija de Cronos y de Rea, madre de Ares y de Hefesto quien, según el poeta Hesiodo, fue engendrado sin la intervención de su esposo, y también de las diosas Eileitia y Hebe, patronas del nacimiento y de la juventud respectivamente.
Después de nacer, Hera fue devorada por su padre Cronos, que temía que su descendencia pudiese conspirar en su contra. Todos sus hermanos y hermanas sufrieron el mismo destino, pero Zeus se salvó gracias a la intervención de su madre y finalmente acabó con el reinado de Cronos.
Como consorte de Zeus, Hera fue la más importante de todas las diosas. Era reina del cielo y patrona del matrimonio. En Atenas, las bodas se celebraban casi siempre durante el mes de Gmelion, dedicado a ella. La manzana y la granada eran sus frutas sagradas, ya que simbolizaban la alianza del matrimonio.
Su nombre quizá signifique «gobernadora» y de hecho su carácter era dominante y orgulloso. Además, era extremadamente celosa, cruel, combativa y astuta. Su matrimonio con Zeus se caracteriza por la permanente tensión y las peleas.
Zeus nunca fue un esposo fiel y Hera nunca le perdonó sus escarceos con otras diosas, ninfas e incluso mortales. La descendencia que surge de todas estas relaciones también sufrió las consecuencias de la infidelidad de su padre. Así, el gran héroe Hércules, nacido de la relación entre Zeus y Alcmene, sufrió todo tipo de castigos por parte de Hera, hasta el punto de sobrepasar los límites lógicos según creía su padre, que harto de tanta tortura colgó a su esposa de las muñecas con yunques en los pies en lo alto del monte Olimpo.
Hay muchas historias sobre la sed de venganza de Hera, desde el cuento de la desafortunada ninfa Calixto, que debido al deseo que despertó en Zeus fue violada por el dios y después convertida en un oso por la diosa, hasta Semele, cortejada por Zeus con aspecto de mortal. En esta ocasión Hera se disfrazó de niñera y le sugirió que debería pedirle a Zeus que se apareciese en su forma natural, cosa que no pudo soportar, quedando abrasada de inmediato por el esplendor del dios. La pobre Io, a la que Zeus convirtió en vaca como precaución, fue entregada al monstruo de los 100 ojos, Argo, para que la custodiase. Zeus le pidió a Hermes que acabase con el monstruo, tras lo cual Hera hizo que un abejorro la persiguiese por todo el mundo. Después puso los ojos del monstruo en las plumas de la cola de su ave sagrada, el pavo real.
A pesar de las aventuras de Zeus, Hera nunca se vio tentada a serle infiel. Era la representación de la castidad y desearla era una imprudencia. Ixion, que quiso hacer el amor con ella, fue castigado por Zeus, que le envió una nube con la apariencia de Hera. Después de haber hecho el amor con la nube, fue enviado al Tártaro, donde sufrió la tortura eterna.
La aversión que Hera sentía hacia la sensualidad quedó reflejada cuando Zeus afirmó que la mujer experimentaba mayor placer sexual que el hombre durante el acto. El vidente Tiresias, que antes había sido una mujer, fue consultado sobre ello y estuvo de acuerdo con el dios. Hera, disgustada por la afrenta, le dejó ciego y ese fue el motivo por el que Zeus le dio el don de la clarividencia.
El culto de Hera estaba muy repartido por Grecia. Los habitantes de Creta, Sainos, Euboa, Naxos y Argos aseguraban que Zeus y Hera se habían casado en su territorio. Se dice que Zeus se refugió en los bosques de Argos después de una tormenta que él mismo había causado y se escondió bajo los ropajes de Hera transformado en un cuco, tras lo cual le propuso en matrimonio.
Hera intervenía muy a menudo en la vida de los mortales y no sólo en la de las doncellas de su esposo. Durante la Guerra de Troya fue una de las más activas en su apoyo a los griegos e hizo todo lo que pudo para que ganasen. Incluso engañó a Zeus para conseguir sus objetivos. Su resentimiento hacia los troyanos se debía a que su príncipe Paris había nombrado a Afrodita la diosa más bella y no a la propia Hera cuando se produjo el juicio con la manzana de la discordia que Eris había arrojado para la más hermosa. De vez en cuando Hera intervenía en la guerra y incluso luchó contra Artemisa, que estaba del lado troyano.
A Hera se la representaba siempre como una mujer alta y majestuosa, aunque Homero la describe «con ojos de vaca», lo que indicaría que en algún momento del pasado se la adorase en la forma de una vaca o como una mujer con cabeza de vaca, como la diosa egipcia Hator. La historia de Io muestra una conexión entre Hera, la vaca y Egipto. La encarnación romana de Hera, Juno, se diferencia de ella en que dio a luz a Marte, el dios de la guerra que los romanos igualaron con Ares. En esta concepción no intervino ningún hombre, debido al enfado que le causó el nacimiento de Minerva (Atenea) de la cabeza de su marido Júpiter (Zeus).