Esta noche estabamos haciendo un resumen sobre la conquista de América con mi hija, y mientras leíamos sobre los protagonistas de la conquista, nos encontramos con esta oración:
“Los sacerdotes viajaron a América para cristianizar a los indígenas.”
‘¿Qué quiere decir cristianizar?’ Me preguntó Alessa al llegar allí. No me sorprendió, era de esperar dada la singularidad de la palabra. Aparté la vista del libro y le contesté.
‘Cristianizar viene de cristiano, y cristiano viene de Cristo...‘
‘¿Y quién es Cristo?’ Me interrumpió ella, y ahí sí me sorprendió; creo que parpadeé antes de contestarle. Pero bueno, Cristo nunca estuvo presente en mi casa, no es de extrañar que no conociera la palabra.
‘Cristo es Jesús...’ le respondí – a Jesus sí lo conoce, obviamente; vive en una sociedad de tradición católica, y hasta ha visitado alguna iglesia...
‘Ahh, ¿en otro idioma?’
‘No, es otra forma de llamarlo. Cristo es Jesús; cristianos son los que creen en Cristo, o sea, en Jesús. Como los católicos. ¿Entendés?’
‘Sí.’
‘Bien, entonces, si catolizar es convertir a la gente en católicos, cristianizar es convertir a la gente en...?
‘¡Cristales!’
Ahí sí me reí. Me encantó la cadena de ideas que había culminado en ese resultado. Juro que había logrado mantenerme seria, pero ahí solté una carcajada.
Como ya les dije, soy muy respetuosa de todo lo que es religión, y si bien no creo en nada, siempre he sido cuidadosa con el tema. Mis hijas no han recibido enseñanza religiosa, pero tampoco han recibido –creo– ningún flechazo en contra. Al contrario. Cuando Eli quiso hacer catequesis porque sus amiguitas también iban, se lo permití, aunque creo que solo fue a tres clases antes de aburrirse; obviamente también le permití abandonar.
Soy de la opinión de que cuando tengan edad para elegir partido político, tendrán edad para elegir si creer o no en un Dios; mientras tanto, que maduren. O imiten a Theodore Sturgeon y sueñen con cristales.
EriSada