
–Vas a parecer más vieja.– No, voy a parecer la edad que tengo. Lo que voy a dejar de parecer es la imagen que nos han hecho creer que tienen las mujeres de casi cincuenta años. Todas sin una cana.
Por ahora y dado las pintas que llevo habitualmente, cuando vuelvo cada tarde del paseo, con un ramo de flores diferente, parezco una hippie trasnochada. Mejor hippie trasnochada que loca de los gatos.
Lo de las flores se me ha ido mucho de las manos. Mejor dicho me ha caído en la cabeza completamente por sorpresa. Yo nunca había sido de flores, exceptuando mi anual romance con las lilas, y siempre había pensando que no tenía sentido estético para colocarlas en un jarrón. Y ahora, de repente, me he convertido en alguien que sale a pasear con tijeras de podar y que incluso cuando sale con el firme propósito de no coger flores vuelve a casa con los brazos llenos. «Mamá, ¿otra vez?» me dicen mis hijas, como si hubiera recaído en las drogas o en algún vicio peligroso.
Sí, otra vez. Cada día pongo flores. Lleno jarrones. Reciclo botes de espárragos y de paté. Rescato jarrones de porcelana que me pido heredar. Me miro las canas en el espejo, quiero que crezcan rápido, quiero verme ya como soy en realidad. Leo a Perec y pienso en la familia que vivió antes en esta casa, hace cuarenta años, y de la que aún ahora guardamos alguna cosa. Sorteo a mi madre que no entiende que el teletrabajo es incompatible con subirme a una escalera para medir el patio y encargar un toldo. Escribo, en inglés, un ensayo sobre las cosas que me cabrean y termino muy rapidamente porque es un tema que me apasiona. Discuto con mis hijas nuestro top 3 de viajes, de películas y de platos de comida española. Veo con ellas The office y con mi madre Halt and catch and fire. Cambio mi rutina de mañana porque como odio tantísimo el deporte que he decidido unirlo a la segunda cosa que más odio que es levantarme por la mañana. Lloro al despertarme y al hacer deporte pero cuando termino y me siento a desayunar, a las ocho y media, tengo por delante todo un día de paz mental y cosas agradables. Discuto con mi madre porque dice que soy un guardia jurado y que no la dejo salir. Me cabreo en una reunión del trabajo.Planto el huerto. Corto la hierba. Me ato un pañuelo a la cabeza. Decido que nada va a perturbarme.
Pues va a ser que sí, que soy una hippie trasnochada de peli alemana de sobremesa.
PS: en el paseo de ayer, en el furor de recoger todo tipo de flores, perdí mis gafas de sol. He recuperado las antiguas, las de guardia civil cabreado.