Revista Cultura y Ocio
según una antigua leyenda, el jeque yemení ash-Shadhili recorría Etiopía cuando vio en la falda de una montaña un rebaño de cabras que se movía en una especie de baile con vitalidad desacostumbrada. Lleno de curiosidad las observó y descubrió que comían una baya desconocida. Probó algunas de aquellas semillas, pero al encontrarlas amargas, las hirvió y bebió el líquido: la primera taza de café.
aunque tendría un sabor horrible, el jeque se sintió totalmente despierto y con las ideas claras, por lo que se llevó algunas semillas al Yemen. Allí, esta nueva bebida de propiedades mágicas obtuvo un gran éxito, especialmente cuando alguien hizo experimentos y descubrió que, tostando los granos, la bebida resultaba mucho más agradable.
la nueva moda de beber café se encontró pronto con la oposición de los círculos teológicos musulmanes más conservadores. Si intoxicaba, como el vino, o si inducía a quien lo tomaba a un comportamiento inmoral y escandaloso, la Ley Islámica debía prohibirlo. El problema se agravó cuando el café se extendió a La Meca y Medina, ciudades sagradas del Islam. Hacia el año 1500 ya había en ambas ciudades cafés con música y juegos de azar, originando crecientes desórdenes públicos a altas horas de la noche, risas ruidosas, golpear de panderetas y quejas de ciudadanos respetables.
el viernes 28 de mayo de 1511, Jayr Bey, el gobernador militar mameluco de La Meca, sorprendió a un grupo de soldados de la guarnición bebiendo café en los alrededores de la Kaaba. Les condenó a cincuenta latigazos cada uno, y a la mañana siguiente llamó a palacio a los cuatro jueces supremos de la ciudad, que representaban las cuatro escuelas fundamentales de interpretación de la Ley Islámica. También convocó a once jueces y profesores de leyes de Siria y Egipto, que se hallaban en La Meca de visita. Jayr Bey propuso a este distinguido grupo la cuestión de si el café debería considerarse permisible desde el punto de vista legal, o debía ser prohibido.
tras siete días de deliberaciones exhaustivas, en las que se incluyó el dictamen de los principales médicos de la ciudad, la comisión redactó un informe en el que aconsejaba no permitir el café en lugares públicos ni en grupos. Aquel mismo día se cerraron todos los cafés de La Meca, sus dueños fueron detenidos y se confiscó la mercancía de todas las tiendas que vendían café.
sin embargo, la prohibición no duraría mucho. El sultán de El Cairo no aprobó la decisión del gobernador, y le ordenó revocarla. El empleo del café fue ganando popularidad y, en 1517, al anexionar los turcos Egipto y Arabia a su imperio, adoptaron también la bebida. En 1554, reinando Soliman el Magnífico, dos comerciantes de Alepo y Damasco abrieron el primer café en Constantinopla. Otros les siguieron, y estos establecimientos se pusieron de moda atrayendo a intelectuales ―poetas, escritores, profesores, eruditos, funcionarios― hasta el punto de recibir el título de «escuelas del saber».
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