Revista Cultura y Ocio

Hombre irracional; copia deforme

Publicado el 13 octubre 2015 por María Bertoni
Hombre irracional; copia deforme

La nueva película de Woody Allen se estrenó en Buenos Aires el primer jueves de octubre.

Mientras nuestros críticos fueron mucho más benévolos que sus colegas anglosajones (88 por ciento de opiniones favorables contra el 58 registrado por Rotten Tomatoes), el público de aquí parece reaccionar igual que el público de allá ante Hombre irracional. Por lo pronto, las carcajadas que se escucharon sobre todo hacia el final de una proyección vespertina en un cine de Belgrano evocan el recuerdo de las siguientes declaraciones de Woody Allen al Wall Street Journal en julio pasado:

Match point fue muy bien recibida en Cannes pero durante la proyección se oyeron varias risas. Creo que la gente se rió porque pensó que se perdería algo si no lo hacía. Pasó lo mismo con Irrational man, que tampoco tiene nada muy gracioso. Siempre habrá risas porque la gente me asocia con eso”.

Es posible que el derrape de Abe Lucas les provoque risa a algunos espectadores porque, sin dudas, tiene algo de caricaturesco. Por un lado, se trata de una réplica distorsionada, o con alguna variante, de Crímenes y pecados e incluso de Scoop además de la mencionada Match point. Por otro lado, los dilemas existencialistas del profesor universitario -también el cambio de humor que expermienta al promediar la película- recuerdan aquéllos de Mickey en este fragmento de Hannah y sus hermanas.

Allen cumplirá ochenta años el 1º de diciembre próximo. ¿Hasta qué punto podemos reprocharle que retome una y otra vez las dos o tres obsesiones que lo desvelan? Asimismo corresponde reconocer que la eventual intervención del azar o destino, la contraposición entre teoría y práctica, la condición absurda de nuestra existencia son temas inagotables. ¿Con qué autoridad exigimos un punto final?

A juicio de quien suscribe, Hombre irracional no es la peor obra de Woody; tampoco la mejor… El desenlace apresurado, casi abrupto, acentúa la sensación de que el realizador neoyorkino se esforzó más en presentar que en desmenuzar los conflictos planteados. En este sentido, la historia parece narrada de manera desproporcionada: mucha introducción; desarrollo superficial; epílogo en piloto automático.

Ante largometrajes poco o menos convincentes, los seguidores de Allen disfrutamos de virtudes siempre presentes en su filmografía: la fotografía (aquí responsabilidad del iraní Darius Kondji), el vestuario a cargo de la vitalicia Suszy Beringer y otra banda de sonido donde la música clásica convive con el jazz.

Algunos espectadores celebrarán además el reencuentro con los actores Joaquin Phoenix y Emma Stone. Otros rescatamos la insistencia en desplegar una mirada más o menos crítica sobre la alta burguesía norteamericana.


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