La estancia de George Orwell en España entre el 26 de diciembre de 1936 y el 23 de junio de 1937 dio lugar a una de las obras literarias más vívidas y valiosas que tenemos sobre la Guerra Civil Española: Homenaje a Cataluña, publicada por primera vez en 1938 después de las dificultades que tuvo que hacer frente; sometida a la purga de la censura durante muchos años, especialmente en España, donde tuvo que esperar hasta 1970 a ser publicada, contando aún con grandes tergiversaciones por parte del gobierno franquista. En esta obra podemos observar los efectos del proceso revolucionario abierto a raíz del golpe de julio de 1936, especialmente en Barcelona, situación que narra Orwell impresionándose por el hecho de que la clase obrera ocupara el poder. Lo describía así en unas páginas para la posteridad:
"Aquí y allá había cuadrillas de obreros demoliendo sistemáticamente los templos. En todas las tiendas y cafés había una inscripción que advertía de que los habían colectivizado; incluso habían colectivizado a los limpiabotas, que habían pintado sus cajones de rojo y negro. Los camareros y los dependientes de los comercios te miraban a los ojos y te trataban de igual a igual. Las formas de tratamiento serviles o ceremoniosas habían desaparecido temporalmente. Nadie decía "señor", ni "don", ni siquiera "usted", sino que todos se llamaban "camarada", se tuteaban y decían "¡salud!" en lugar de "buenos días". Una de mis primeras experiencias fue la reprimenda que me echó el director de un hotel cuando quise darle una propina al ascensorista".
Orwell acudió a España para poder combatir contra el fascismo en una contienda que pronto tomó tintes internacionales y fue decisiva para los acontecimientos que se produjeron unos años más tarde. La Guerra Civil Española significó ese combate entre diversas tendencias que en Europa estaban gestándose y que en España tomaron las armas en una lucha fratricida. Orwell, como figura de intelectual comprometido, pese a no militar en ningún partido político, consiguió credenciales del Partido Laborista Independiente, que tenía conexiones con el POUM, alistándose así en sus milicias y luchando en el frente de Aragón. El POUM era un partido marxista de corriente crítica con los métodos de Stalin y las purgas en la URSS, lo cual sería trascendente unos meses más tarde en los sucesos de mayo de 1937 y la consiguiente ilegalización de este partido.
La experiencia bélica que narra Orwell es bastante sorprendente, en cierto modo, pero concuerda con algunas opiniones historiográficas sobre el valor militar de esta guerra, como la de Gabriel Cardona que afirmó que la guerra fue "una inmensa chapuza por ambos bandos". Orwell desarrolla esta visión en su descripción de la guerra de trincheras, de la imposibilidad de enfrentamientos reales, de la lentitud y el sopor con que se realizaba el avance hacia el enemigo, y de la calidad ínfima de las armas recibidas. En este sentido, señalaba: "Ahora que había visto el frente sentí un profundo asco. ¡Y a esto lo llamaban guerra! ¡Si apenas veía el enemigo! No hice el menor esfuerzo por ocultar la cabeza tras la trinchera. No obstante, poco después una bala pasó silbando junto a mi oído con un zumbido y se estrelló contra la protección que había a nuestra espalda" [...] En la guerra de trincheras hay cinco cosas importantes: la leña, la comida, el tabaco, las velas y el enemigo". Y es que Orwell vivió esa guerra de trincheras -que ya otros autores como Remarque en Sin novedad en el frente habían retratado, y que la Primera Guerra Mundial evidenció de forma cruel- en un frente sorprendiéndose de la "escuálida miseria de los pueblos aragoneses"; asistió a la inactividad y a la desidia de una guerra que minaba sus fuertes convicciones políticas y que le exasperaba profundamente: "Aun así seguía sin pasar nada, y no daba la impresión de que las cosas fueran a cambiar. ¿Cuándo vamos a atacar? ¿Por qué no atacamos? Eran preguntas que se repetían constantemente tanto los ingleses como los españoles".
Más allá de su descripción de la lenta guerra de trincheras, su vivencia con el barro, los piojos o la ausencia de tabaco, tras ser alcanzado por una bala en mayo de 1937 describió el proceso que todo herido debía sufrir en una aventura constante por los hospitales, el robo al que se sometía a los soldados, la precariedad de los tratamientos médicos y el transporte hasta la retaguardia. Orwell nos brinda un magnífico retrato de la dualidad entre el ejército popular, objetivo primordial de Largo Caballero, y las milicias, a las que se trataba de militarizar e incorporar. También nos deja para la posteridad el cambio experimentado en Barcelona tras el fulgor revolucionario de los primeros meses, así como los enfrentamientos en los sucesos de mayo de 1937, que narra en diferentes capítulos advirtiéndonos de la parcialidad de su visión por no contar con los datos suficientes. A pesar de ello, es un retrato magnífico para vivir en primera persona los enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno republicano y los comunistas, por una parte, y el poder anarquista y del POUM, por otra; así como de las manipulaciones diversas para poder acusar al POUM de fascista y acabar con su líder Andreu Nin. Todo ello se inserta en la dinámica internacional del bando republicano, con el apoyo brindado por la URSS y el descontento con la política antiestalinista crítica del POUM.
El temor de Orwell en sus últimas semanas en Barcelona y en España da cuenta de uno de los episodios más traumáticos y perjudiciales para la República, algo que serviría al autor para escribir tiempo después su alegato contra el totalitarismo, a modo general, en 1984. El miedo a ser asesinado en cualquier momento, o incluso a ser hecho prisionero sin cargos claros y a desaparecer; o la continua huida de Orwell y su mujer por las calles de Barcelona por ser parte de la milicia del POUM muestran las contradicciones de una política de un gobierno republicano que veía el avance franquista de forma imparable, sin resolver las disputas entre la multitud de siglas políticas que afloraron, como afirma el autor. Todo ello influiría negativamente en los avatares que la obra tuvo que sufrir para ser publicada, por su crítica al estalinismo.
Ya fuera de España, Orwell hizo balance de su estancia y de su paso por la guerra:
"He narrado algunos sucesos pero no puedo explicar la huella que dejaron en mí. Está mezclado de imágenes, olores y sonidos que no pueden reproducirse por escrito: el olor de las trincheras; los amaneceres en las montañas que se divisaban a gran distancia; el gélido chasquido de las balas; el rugido y el resplandor de las bombas; la luz clara y fría de las mañanas barcelonesas, y el ruido de las botas en el patio del cuartel allá por diciembre, cuando la gente aún creía en la revolución...".
En su Inglaterra original, el autor fue testigo del cambio de panorama y de la distinta perspectiva que se tenía desde la óptica de un país que había decidido mantenerse al margen de las disputas, supuestamente nacionales, que se daban lugar en España. "No pasa nada: la leche seguirá estando en la puerta mañana y el New Statesman se publicará el viernes (...) Aquella seguía siendo la Inglaterra que había conocido en mi infancia (...) Todos sumidos en el profundo sueño de Inglaterra, del que temo que no despertaremos hasta que nos obligue a hacerlo el estruendo de las bombas". Este gran contraste que se daba entre ambas situaciones se rompería claramente en 1939 con el inicio de la mayor contienda del siglo XX y la total internacionalización de un conflicto que había empezado a dirimirse en España, con la pasividad de las democracias occidentales.