Houda en Assilah, Marruecos. expatriadaxcojones.blogspot.com
Tiene diecisiete años. Habla árabe, francés, inglés, español y, ahora, está aprendiendo alemán. Es mi vecina. Se llama Houda y, si todo va bien, el año próximo se marchará a España para estudiar la carrera de ingeniería industrial.
—El español lo aprendí en casa, viendo la televisión, como todos los de mi familia. Cuando mi hermano entró en el cole español, mi padre empezó a poner los programas de allí, la radio de allí... De hecho, cuando era pequeña, no me enteraba de nada de lo que hablaban mis amigas. Ellas veían la tele marroquí, escuchaban música árabe y yo no tenía ni idea de lo que estaban diciendo.
Houda es la mediana de tres hermanos. Su padre se dedica al textil y su madre es ama de casa. Le pido que me explique cómo es su familia. Cómo los han educado y qué valores les han trasmitido.
—Mi padre es una persona de mente abierta, además sabe de todo. Le sacas un tema y siempre te da conversación. Él nos ha dado libertad. No quiere agobiarnos. Aunque a veces, también le sale la vena tradicional… — y se ríe al decirlo. —Mi madre, igual. Ella viste chilaba y lleva pañuelo, se lo puso cuando nació mi hermano pequeño, pero a mí nunca me ha dicho: póntelo o quítatelo. Hago Ramadán pero no rezo. Ya me gustaría pero hay que tener mucha fuerza de voluntad. Lo empiezo y lo dejo, lo vuelvo a empezar y lo vuelvo a dejar. En un futuro espero ser más religiosa.
Me cuenta que en Marruecos hay de todo. Desde chicas, con padres muy tradicionales, que no las dejan ni asomarse a la ventana, hasta chicas muy modernas.
—Yo dependo mucho de mis padres. Estoy muy mimada. No salgo nunca sola, no me gusta, si quiero ir a un sitio, mi padre me acompaña con el coche. Nunca cojo un taxi. Por eso quiero ir a estudiar fuera. Es una oportunidad para madurar. Para enfrentarme a los problemas y encontrar una solución por mi misma.
Le pregunto si piensa en casarse. Me dice que sí, que para una mujer marroquí la boda es el día más importante de su vida, pero que si lo hace será por amor. Ella quiere un chico que la respete, que la cuide, que la entienda. De no ser así prefiere quedarse soltera y dedicarse a su trabajo.
—La mentalidad de la gente de aquí no me va. Muchos piensan que soy cerrada, orgullosa… no es cierto. Pero evito los problemas. Conozco chicas que mienten a sus padres para salir con chicos. A mí eso no me interesa. Mi padre me deja pero yo prefiero no hacerlo. Los chicos van a lo que van, no soy tan ingenua. Creo en lo de ser virgen hasta el matrimonio. Yo cuando salgo voy con mis amigas a tomar algo, a pasear; en verano, a la playa. De fiesta, nunca. Aquí las discotecas no son como en España, tienen muy mala fama. Están llenas de prostitutas. Si vas, ya hablan mal de ti. Una de las cosas que se mencionan en El Corán y, que a mí más me agrada, es el respeto que se profesa a los mayores y, en especial, el lugar que se otorga a la madre. Le pregunto a Houda por el tema y me contesta así:
—Hay una sunna que relata un acontecimiento en La Meca. Cuenta que un peregrino coge a su madre en brazos y, de este modo, da las vueltas a la Kaaba, como manda la tradición. Al terminar, el hombre le dice al profeta: Ya he cumplido mi deber como hijo. No. Le contesta éste. El deber de un hijo para con su madre no se puede cumplir sólo con un gesto. Las madres se lo merecen todo, pues ellas hacen lo que sea por sus hijos. El paraíso está bajo los pies de las madres.
Houda me habla de Marruecos con orgullo. Dice que es un país islámico pero en el que hay libertad. Dice que aquí encuentras tradición y, al mismo tiempo, modernidad. Dice que los marroquíes son gente humilde, hospitalaria y alegre. Aún y así reconoce que es preciso cambiar algunas cosas.
—Yo creo que se debería dar más importancia a la educación; eso es lo que permitiría acabar con las desigualdades. Quiero que mi país avance. Ahora mismo la sanidad es un desastre. Si quieres lograr algo, necesitas contactos. Nadie se preocupa de los pobres. Veo a los políticos que están en el Parlamento y no me da la sensación que hagan su trabajo de corazón. Sé que no es fácil, no se trata de llegar y cambiar el mundo pero debería haber más jóvenes con formación en el gobierno. Sé que hay gente concienciada y que lucha para mejorar las cosas, desgraciadamente, no están en política. Sólo están los enchufados…
También hablamos del rey y me dice que a ella le gusta, que es inteligente, mucho mejor que el anterior.
—Su padre era un dictador. Había cárceles que la gente no sabía ni que existían. Su lema era: Deja al perro hambriento para que te siga. Con él la primavera árabe en Marruecos habría acabado mal, muy mal. El actual rey se preocupa por la gente, es buena persona. El problema es que el gobierno le maquilla las cosas. Le esconden la realidad y así es muy difícil…
Se nos acerca una viejecita. Encorvada. Por la ropa que lleva se ve que es de campo. Usa unas gafas muy gruesas, con cristales de culo de botella. Sus ojos parecen dos diminutos puntos negros. La primera impresión que tengo es que pide limosna. Pero, a veces, como ahora, las primeras impresiones pueden ser totalmente erróneas. La mujer en cuestión —lo sé porque Houda me lo explica—está aprendiendo a leer. Lleva consigo un ejemplar de El Corán y va buscando jóvenes que la ayuden. Que le lean. Al escucharnos hablar en español, da media vuelta y nosotras continuamos a lo nuestro. Houda saca entonces el caso de Amina. Pasó hará un par de años pero lo recuerdo perfectamente.
Fue en marzo de 2012. Amina tenía 15 años, cuando Mustafá, diez años mayor, la violó. El padre de la chica lo denunció. Una familia se ofreció a mediar en el asunto. Su consejo: acogerse al artículo 475 del código penal, mediante el cuál el violador accede a casarse con la víctima. De este modo Amina, considerada impura por haber sido violada, limpiaba su mancha y él se libraba de la cárcel. Las familias de ambos estuvieron de acuerdo. Se celebró la boda y la chica fue a vivir con sus suegros. Fue entonces, estando sola y desesperada, que decidió suicidarse. Ingirió grandes cantidades de matarratas. Y murió. Tenía dieciséis años. Ciudadanos, asociaciones de mujeres y pro derechos humanos se manifestaron por todo el país. Ha sido una batalla larga pero, finalmente, el artículo 475 ha sido eliminado.
—Fue la primera vez que yo he visto a los marroquíes salir a la calle para protestar. Pero los violadores continúan teniendo penas muy cortas, sólo de uno a cinco años. Yo en estos casos estoy a favor de la pena de muerte. No quiero que mis impuestos sirvan para darle de comer a un violador. Estas son las cosas que deben cambiar. Somos un país islámico, que haya justicia. Justicia para todos.
Hablamos de los atentados de Francia, de los soldados que patrullan las calles en Tánger, de los yihadistas detenidos en Ceuta.
—No me creo nada. Nos manipulan. Los medios hacen con la realidad lo que quieren. Veo lo que pasa en Gaza, lo que les hacen a los civiles, y eso sí que es terrorismo. Pero también hay terroristas en Marruecos, piensan que matando irán al paraíso y eso es mentira. Como los de DAECH, que interpretan el Islam de forma equivocada. Son débiles. Gente a la que han lavado la cabeza. También he oído que todo es una invención de los americanos, que quieren provocar conflictos con el mundo árabe. Vi un vídeo donde decían que los atentados de Francia eran un montaje de los franceses… Yo ya no sé qué pensar. Este es un mundo lleno de mentiras.