Princesas.
Hace tiempo que ando dándole vueltas a este tema y me gustaría que me contarais qué opináis vosotros.
Mantengo con amigas y conocidas una discusión que me desconcierta bastante. Ellas, convencidas de que los cuentos de princesas tienen la culpa de que las niñas piensen en algún momento de su vida que tiene que llegar un príncipe a solucionarles el resto de la misma y yo insistiendo en que eso es mezclar churras con merinas y en que no creo que un cuento lleve a nadie a determinar su papel en la sociedad.
Sé que es un tema polémico porque cuando trabajaba en la librería también vi muchas mamás que se negaban a llevar cuentos de príncipes y princesas para sus peques hablando de machismo y feminismo y haciendo que los niños y niñas que se lanzaban al mueble de los cuentos se quedaran desolados y un poco alucinados.
No voy a negar estereotipos en los cuentos populares, para nada, ni tampoco que muchas de esas princesas son a veces tan cursis que rozan lo insoportable pero, sinceramente, no creo que esto tenga la culpa de nada, más bien al revés. Los cuentos son reflejo de la sociedad que representan y si las princesas son retratadas de ese modo es porque, en aquel momento, no se les permitía otro lugar ni oro papel.
“Érase una vez, hace mucho tiempo, en un reino muy, muy lejano…” estas palabras mágicas (para mí por lo menos lo son), dejan claro y patente que lo que nos van a contar no ocurre ni en este momento ni en este lugar. Pero, no solo eso, cualquier niño sabe que los vestidos de princesa, hoy en día, son disfraces, que los reyes ya no son como entonces y que lo que escuchan es eso, un cuento y nada más.
Los cuentos populares son maravillosos y además, importantes si hablamos del proceso de crecimiento y madurez de los más pequeños y a veces, cuando los defiendo, me da la sensación de que estoy haciendo algo horrible porque “así va el mundo gracias ellos”. La pobre Cenicienta (a la que, yo siempre insisto, ayudó el Hada Madrina, es decir, un personaje femenino) es persona non grata en algunos hogares y no hablemos de Aurora, la Bella Durmiente, que se limitó a dormir mientras el príncipe hacía todo el trabajo. Lo siento pero yo no creo que este tipo de historias vayan a darle una idea equivocada a ningún niño hoy en día y si lo hace será porque su entorno resalta y apoya esa visión de las princesas los príncipes.
Los cuentos son cuentos, los populares, los actuales, los de niños y los de mayores (que también los hay, claro que sí) y todos ellos tienen capacidad de contarnos muchas cosas pero nosotros optamos por hacer una interpretación u otra y la realidad la decidimos y la miramos como más nos guste.
Sobre machismo y feminismo habría mucho que hablar pero eso no tiene nada que ver con los cuentos y no me toca a mí hacerlo, o por lo menos, no aquí.
En fin, mi humilde cavilación de hoy, pues, no es otra que la de que los niños, ya lo dijo Ana María Matute, no son idiotas y que somos los adultos que les queremos los que debemos enseñarles a buscar su lugar y a respetar el de los demás.