Revista Arte

«I can’t breathe»

Por Felipe Santos
«I can’t breathe»(Vídeo disponible en Arte.tv hasta el 11/11/2022)

"No puedo respirar". Las muertes de los estadounidenses Eric Garner, Javier Ambler II, Manuel Ellis y George Floyd están unidas por unas palabras famélicas y suplicantes, inaudibles o más bien ininteligibles para sus torturadores. Apenas queda en esas grabaciones el eco de unas calles asoladas por el tráfico y las sirenas de policía. Lo que para unos es un grito de auxilio, para otros es una treta para poder escapar. De esta frontera creada por la incomunicación es de lo que trata esta ópera que sube por primera vez al Festival de Salzburgo.

No muy lejos de donde Thomas Bernhard veía a sus compañeros de internado suicidarse se levanta la imponente Felsenreitschule, la que fuera escuela de equitación del obispo de la ciudad. El celebrado director de escena Max Reinhardt, que junto a Richard Strauss y Hugo von Hofmannsthal fundó el Festival en 1920, lo convirtió en lo que es hoy, un inmenso teatro labrado en la piedra de la colina que sirve como decorado del mundo y de la cultura occidental. Todo puede representarse aquí como si contuviera todos los mitos y todas los diálogos. Cien años después, aún mantiene su magia.

Intolleranza 1960 se estrenó al año siguiente, una década y media después del final de la guerra mundial. Como suele ocurrir con hechos traumáticos como aquellos -y como esta pandemia- la aspiración consiste en volver a aquella antigua situación. Pero ya nada es lo mismo. No puede serlo.

El planteamiento de unas formas artísticas que querían volver a formulaciones antiguas provocaron en Luigi Nono la necesidad de revisar las bases de la opera tradicional. Ya lo decía entonces Theodor Adorno: no era posible escribir poesía de la misma manera después de Auschwitz, y tampoco podía serlo componer música o escribir una novela. La magnitud de la barbarie alteró radicalmente l mirada contemporánea. Pero lejos de convertirse en un hecho histórico superado, sus efectos siguieron confirmando que las causas seguían, y siguen, latentes.

Esta historia de un emigrado que decide volver a su país, y que en el camino tropieza con las grietas de la intolerancia, la aversión a lo distinto, a lo diferente. El Festival de Salzburgo estrena este montaje en un tiempo similar, en el momento de dejar una pandemia atrás, pero que en el momento de escribir estas líneas recupera una vez más su actualidad ante la situación que se vive entre Polonia y Bielorrusia, con miles de migrantes atrapados entre dos alambradas.

El director de escena belga Jan Lauwers emplea un lenguaje expresionista que narra la violencia con que puede conducirse el cuerpo, la carne, lo finito, la mortalidad. Todo se convierte un huida o agresión en un mundo atravesado por alambradas y controles. Lo era en 1961, anticipando por unos meses la fractura que provocaría el Muro de Berlín, y desgraciadamente lo es hoy, sesenta años después.

El escenario es vasto y ancho como el mundo. Nono lo intuyó buscando sonoridades más amplias, como los doce percusionistas que se sitúan al fondo, y que pelean con las veintiséis maderas y cuarenta cuerdas de la orquesta en primer término. El espacio sonoro que se crea es en sí mismo ya una frontera por donde transita una partitura disonante, que empieza a hacer hueco al ruido por encima de la música, como cuenta en el programa de mano el director, Ingo Metzmacher.

La estructura pensada por Nono otorga al coro un papel esencial, como el de una tragedia griega, que comenta las escenas entremezclado con los personajes. Lauwers mueve con eficacia al coro, los figurantes y los cantantes, y tan sólo introduce un elemento nuevo: un poeta ciego, un trovador sin mirada en cuyas palabras resuena la metáfora del mundo. El libreto es obra de Angelo Maria Ripellino, aunque Nono incorporó textos de otros autores como Bertolt Brecht o Jean Paul Sartre.

"I can't breathe" se escucha como una losa en la escena de la tortura, cuando el protagonista es detenido en un lugar que recela de su origen. Emerge como un susurro entre los golpes y los jadeos de torturadores y torturados. Qué extraña es la coreografía del dolor. Esa respiración es la antesala de la muerte. Y se escuchan las palabras del filoso francés: "En ninguna época la voluntad de ser libre ha sido más consciente y más fuerte. En ninguna época la opresión ha sido más violenta y ha estado mejor armada".

Cuando el 13 de abril de 1961 esta obra se estrenó en Venecia, un grupo de fascistas trataron de reventar la función. Algunos recuerdan cómo, mientras eran detenidos por la policía, se alejaban gritando "¡Viva la policía".

Foto: © SF / Maarten Vanden Abeele

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Publicado por Felipe Santos

«I can’t breathe»

Felipe Santos (Barcelona, 1970) es periodista. Escribe sobre música, teatro y literatura para varias publicaciones culturales. Gran parte de sus colaboraciones pueden encontrarse en el blog "El último remolino". Ver todas las entradas de Felipe Santos


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