Iban a ser unas vacaciones románticas después de un año de mucho estrés. Habían quedado Mónica y Arturo en que se cogerían la primera quincena de agosto y se irían a Lanzarote. Se alojarían en algún hotelito rústico y pasarían los días en alguna playa nudista, leyendo, mirando el horizonte o simplemente abrazándose. No necesitarían más.
A comienzos de junio, una tarde que habían quedado para ir a la Feria del Libro, Mónica le dijo que lo sentía, que no era él, sino ella, que seguirían siendo grandes amigos y confidentes y que las vacaciones de agosto quedaban canceladas. Él, lo que oyó fue “que he encontrado a otro y que me da lo mismo donde te pudras, siempre que sea un poco lejos de mi vida”. También oyó que las vacaciones de agosto habían quedado canceladas. Al menos hubo un mensaje que circuló entre ambos sin equívocos.
Esa noche lloró por Mónica y también por las vacaciones canceladas y en algún momento de la duermevela se dijo que él tendría sus vacaciones románticas. Aquella tarde fue a la agencia de viajes a buscar un destino caribeño repleto de mulatas. Cuando se sentó ante la señorita vio a espalda de ella un poster que anunciaba: “Vuelos a Vientiane” por 600 euros. Aquello cabía holgadamente en su presupuesto. Con lo que se ahorrase tendría para mas condones y piñas coladas. - Quiero ir a Vientiane- anunció solemne y en su cabeza giró un carrusel de daiquiris, mulatas, salsa y barbacoas en la playa. Fue al salir de la agencia, con el billete en el bolsillo de la chaqueta, que se fijó bien en el folleto que le había dado la señorita. Había la foto de una pagoda y de una joven muy sonriente de ojos rasgados. Leyó un poco el texto y lentamente fue alumbrando en su cabeza la horrible idea de que Vientiane no era una isla del Caribe después de todo. Pero en su desesperación, sacó fuerzas y se dijo convencido: “No sé dónde estará Vientiane, pero follar, yo follo”.Fue en el aeropuerto de Suvarnabhumi, mientras esperaba el vuelo a Vientiane, que conoció a Manuel. Manuel era una especie de oso peludo gigante que no paraba de reírse. Enseguida le contó que era representante de lencería femenina, según él, la única prenda de ropa que se inventó exclusivamente para quitársela. - ¿Y a qué vas a Vientiane?- A… a follar- confesó. Había algo en Manuel que invitaba a las confidencias.- Excelente elección. Thailandia ya no es lo que era. Está sobreexplotado. - ¿De verdad que he elegido bien?“Lo mejor de Asia”, dijo Manuel y comenzó a enumerar todo lo que Asia tenía que ofrecer. Las filipinas no eran malas mujeres, pero sólo pensaban en casarse. Hacían unas esposas aceptables a condición de que el marido estuviera dispuesto a reconocer unas cien veces al día que se había casado con la mujer perfecta. Las thailandesas se lo montaban muy bien en la cama, pero no eran de fiar. Te dejaban de un día para otro. “Como algunas españolas”, apostilló él, pero Manuel estaba lanzado y no le escuchó. Las indonesias sufrían de furor uterino. Conversación cero, pero ¿quién piensa en eso cuando está encima de una indonesia? Las indias, muy sensuales y en los últimos años había surgido un interesante mercado de segunda mano, de jóvenes divorciadas que después de haber pasado un matrimonio horrible con un compatriota en el que apenas habían tenido sexo satisfactorio, se morían por follar con cualquiera que no fuese indio. Las japonesas eran todas unas geishas en potencia y las mejores mujeres del mundo, si se les pasaban por alto algunas rarezas y que eran paticortas. En fin, que por descarte, las mejores eran las laosianas. Para cuando el avión inició la maniobra de descenso, Arturo exhibía una erección considerable. Hacía tantísimo tiempo desde la última, que ya se le habia olvidado que una polla puede excitarse de buenas a primeras simplemente con la conversación. Pensó que el año que acababa de pasar bien hubiera podido titularse “el año que viví sin líbido”. Pero ahora estaba en Vientiane para remediarlo.El aeropuerto era pequeño y funcional. Apenas salieron al vestíbulo de entrada una laosiana delgada y guapa se acercó a Manuel, cruzó las manos ante el pecho e inclinó la cabeza en gesto de saludo. “Mira, ésta es Tadam. Mi novia.” Tadam se volvió a Arturo y le dirigió una sonrisa que hizo que éste por primera vez se alegrase realmente de haber cambiado mulatas por asiáticas. A Tadam le siguió toda una tribu de hermanas, tías, padres y amigas que Manuel fue presentando a Arturo, que no bien los veía se olvidaba de quiénes eran. Oleada tras oleada de sonrisas silenciosas y cabezas que se inclinaban con respeto. Arturo empezaba a estar desbordado. - Y ahora al hotel- dijo Manuel. - ¿No vas a ir a casa de tu novia?- ¿Y desaprovechar mis últimas noches de soltero? Ya dormiré junto a ella todo lo que quiera cuando estemos casados. A la familia de Tadam, al parecer también les parecía normal que el novio durmiese en un hotel. Les montaron en una pick up y les llevaron sin rechistar a un hotelito junto al Mekong. En la recepción, mientras rellenaban las fichas, Manuel le advirtió. “Ahora a la habitación a descansar un rato. ¡Y nada de pajas, que hay que estar en forma para la noche!”. El efecto de la advertencia fue que a Arturo la líbido empezó a rebosarle y casi con cada inspiración le venían a la cabeza imágenes de tetas, culos y coños, que si primero fueron los de Mónica, al final su memoria, que era bastante buena, hizo un recorrido por toda su vida sexual, empezando por la vez que vio “Emmanuelle negra” a los dieciseis años. Se dio un par de duchas frías que le sirvieron para desmentir el mito de que el agua fría apaga la líbido. Trato de distraerse con una novela policiaca que se había llevado, pero resultó peor el remedio: el escenario del crimen era un burdel y eso le daba excusa al escritor para meter descripciones que en otro momento habrían satisfecho a Arturo, pero hoy no era el día. Fue sólo con mucho esfuerzo que logró mantener las manos apartadas de esa especie de volcán que le había aparecido en la entrepierna. A las ocho se encontró con Manuel en la recepción. Fueron a cenar a un restaurante francés que había junto al hotel. Pidieron caracoles, una ensalada niçoise y algo que les dijeron que era merluza a la beurre. Mientras comía a dos carrillos, Manuel le fue explicando lo que la noche daría de sí. Arturo apenas probó bocado. El corazón le latía como si quisiera salírsele por la boca y el volcán de la entrepierna había alcanzado unas dimensiones que casi eran dolorosas.Tras la cena fueron a la discoteca. Por fuera estaba iluminada por unas lucecitas navideñas incongruentes y hacía pensar en un híbrido de casino cutre, bar de carretera y centro de máquinas recreativas. Posiblemente tuviera algo de los tres. Unas cuantas chicas estaban en la entrada, así como dos hombres asiáticos vestidos con traje negro y camisa blanca, que lo mismo podían ser chulos, que encargados de la seguridad del local u hombres de negocios con ganas de marcha.El interior estaba oscuro. Había poca gente bailando en la pista, pero la barra y las mesas estaban llenas. Arturo observó que la proporción hombres/mujeres debía ser de uno a cuatro. El sueño de su vida. No había tenido una proporción tan favorable desde el velatorio de su abuela, cuando acudieron todas las miembros de su grupo de Adoración Nocturna. - Aquí hay dos tipos de chicas,- comenzó a aleccionarle Manuel,- putas vietnamitas y estudiantes laosianas. Las putas vietnamitas hablan un inglés de batalla que han ido aprendiendo con los clientes. Las estudiantes laosianas hablan un inglés de batalla que han aprendido por la radio.- ¿Entonces cómo hago para distinguirlas?- Si es puta, al día siguiente te pedirá treinta dólares porque sí. Si es estudiante, te pedirá treinta dólares para sus gastos en la universidad.Se sentaron en unos butacones mullidos que al tacto daban la impresión de estar hechos de terciopelo y polvo. Al momento Arturo se sintió observado. Se lo comentó a Manuel.- Están calibrándonos. Aquí no vienen tantos blancos. Quieren saber a qué categoría pertenecemos. ¿Diplomáticos destinados en Vientiane? ¿hombres de negocio que están de paso? ¿turistas? No se trata de perder la noche con un blanco que no merece la pena. - Yo pensaba que seríamos nosotros los que escogeríamos. - No te engañes. Ni aquí, ni en ninguna parte es el hombre quien escoge. Siempre escogen las mujeres, pero dejan que creamos que es al contrario, porque saben que nos hace ilusión pensar que llevamos la iniciativa. Arturo advirtió que una chica bajita que estaba en la barra le miraba con insistencia. Sus miradas se cruzaron. Como si hubiese sido una señal, la chica se acercó a su mesa. Vestía una suerte de mono morado y llevaba los brazos desnudos. Pero no fue su traje lo que impactó a Arturo, sino el tamaño de sus tetas, que parecían la respuesta del cielo a sus fantasías de adolescente. “¿Serán de verdad?”, le susurró a Manuel. “En este país nadie tiene dinero para una cirugía plástica, asi que tienen que ser de verdad”. La chica le tendió la mano. “My name is Fon. I sit with you?” Hablaba el inglés como si lo cantase y conseguía que fuese casi tan incomprensible como el laosiano.Arturo se corrió un poco y le hizo sitio. Aunque había sitio más que de sobra, ella se sentó pegada a él, muslo contra muslo, sus tetas casi rozándole los brazos. Ella dijo algo, pero Arturo no la escuchó. Se sentía como dentro de una centrifugadora, con la cabeza dando vueltas. Entonces ella le cogió la mano y entrelazó los dedos con los suyos y fue como si el mundo se detuviese. Nadie había tenido ese gesto con él en los últimos dos meses. Hubiera querido llorar. Fon se llevó su mano a la mejilla. Se la puso allí un momento y le besó el dorso. Arturo quiso pedirle consejo a Manuel sobre cómo se navegaba en esos mares, pero Manuel ya estaba abrazado a una chica y tenía cara de no querer que le interrumpieran. En todo caso, no hacía falta que se hiciera muchas preguntas. Fon tenía claro cómo conducir la situación.Estuvieron mucho tiempo asi sentados, con las manos entrelazadas y mirando a la pista. En otro momento tal vez Arturo habría sido más osado y habría empezado a abrazarla y a meterle mano por debajo de la ropa, pero hoy quería sentirse como un novio adolescente y dejar que ella marcase la pauta. “You bring me with you?” preguntó Fon y Arturo tardo unos momentos en darse cuenta de que le estaba pidiendo que le dejase acompañarle a la habitación. “Yes”, dijo. Se levantó y sin soltarle nunca la mano la condujo fuera de la discoteca. Ahora el corazón le latía con fuerza y ya no era el novio adolescente, sino el hombre adulto que llevaba dos meses sin hacer el amor. Cuando se cerró la puerta de la habitación, ella soltó su mano, bajó la cremallera de su mano y en un momento quedo desnuda. Arturo la abrazó y supo que esa noche le daría materia para muchas pajas en el futuro.Amanecieron a media mañana, después de una noche en la que apenas habían dormido. Salieron del cuarto como zombies y se dejaron caer pesadamente en el comedor del hotel. Arturo pidió un café con leche y un croissant y Fon arroz con alitas de pollo.Les trajeron el desayuno. Arturo se dijo que acaso fuese un espejismo, producto de una noche de sexo después de dos meses de sequía, pero sentía que había empezado a amarla de alguna manera que no alcanzaba a comprender. Le gustaba ver como comía con una especie de apetito infantil. Había algo en sus gestos que le recordaba a… a… El nombre de Mónica tardó unos segundos en venirle a la memoria.