Se ha convertido en un clásico. Llega alguno de los puentes de inicio de otoño y nos vamos de senderismo, si puede ser a nuestros queridos Pirineos. Es más, este año repetimos destino y volvemos a establecer nuestra base en el Valle de Tena, en Lanuza, en un hotel que casi que nos está creando adicción de lo bien que allí se está, La Casueña. Y es que reune todas las cualidades, buen trato, buena gastronomía, estupendo descanso y excelente ubicación. No sé qué va a pasar el año que no podamos cumplir con este ritual.
Habíamos hecho noche en Zaragoza, con la excusa de aprovechar más el tiempo y estar en Lanuza a media mañana, pero con la intención de no perder ocasión de tapear por la zona del Tubo, otra costumbre nuestra de esas que se van convirtiendo en clásico.
Cuando llegamos al Hotel La Casueña dejamos el equipaje, nos pusimos las botas de montaña y partimos hacia la estación de esquí de Formigal - Anayet, muy cerca de Francia, con el objetivo de subir a los ibones.
Como en esta época la estación de esquí está cerrada, aparcamos el coche fuera, en el Corral de las Mulas. Desde allí, hay que añadir a la ruta los más de dos kilometros de pista asfaltada que nos conducen hasta el aparcamiento de la estación y a los telesillas. La pista para algunos puede resultar aburrida pero sirve de calentamiento, vemos los prados verdes y con un poco de suerte vemos caballos y vacas, que a los que venimos de ciudad siempre nos hace ilusión.
Los Ibones de Anayet se encuentran a 2.233 metros de altura y el desnivel que hay hasta el pico es algo más de 1.000 metros, aunque nosotros nos quedamos en los ibones. La única dificultad que tiene es la subida que poco a poco, y sobre todo en la parte final, se nos puede hacer algo más dura.
No tiene más dificultad que esa, bueno y que en alguna de las partes de la ruta hay bastante canto rodado y hay que ir con precaución, por lo que sobra decir que el calzado es recomendable que sea de montaña y si disponemos de bastones, mejor llevarlos.
A nosotros nos hizo un tiempo buenísimo y el sol brillaba con toda su fuerza, otro factor a tener en cuenta y que no deberemos olvidar, las gafas de sol y el protector solar.
Cuando llegamos al parking del Anayet, dejamos a nuestra izquierda el edificio donde está el restaurante y la cafetería y a la derecha el telesilla. Nosotros no encontramos ninguna indicación, pero nos cruzamos con gente que bajaba de hacer la excursión, por lo que no había pérdida y seguimos el camino.
Desde allí el sendero es fácil de adivinar. Pronto aparece una senda estrecha que comienza a subir, todavía con un desnivel suave, al lado del río. Poco a poco esta senda se va dirigiendo hacia la derecha hasta que nos obliga a cruzar el río por unas piedras que hacen de puente y que no alberga dificultad alguna. Ahora comenzamos a subir un poco más, estamos adentrándonos en el barranco de Culibillas.
Seguimos subiendo y subiendo. Hacemos paradas para admirar el paisaje. Volvemos la vista atrás y comenzamos a ser conscientes de que llevamos ya salvada una buena altura. ¡Qué perspectiva de los picos más majestuosa se ve desde aquí!
Reprendemos la marcha. Creo recordar que volvemos a cruzar el riachuelo por otro punto y poco a poco nos queda menos vista en el horizonte, el desnivel se hace algo más pronunciado y el pico Anayet nos queda oculto. Sin embargo, si miramos el paisaje que va quedando a nuestras espaldas nos quedamos maravillados.
El último tramo es bastante empinado y además tiene mucho canto rodado, pero con cuidado y despacio, se salva.
Ya estamos arriba. A un lado el Ibón Anayet a los pies del pico del mismo nombre, y a la derecha el Midi d'Ossau. Si nos damos la vuelta da la impresión de ver varios picos desde el cielo y unas vistas tan bellas como majestuosas.
El Pico Anayet es lo que primero ven nuestros ojos cuando alcanzan la cima. Sólo, puntiagudo, rocoso, aislado del resto, impacta a la vista. Su origen es volcánico, por lo que tiene una mezcla de colores grises, amarillos, verdes, rojizos, muy diferentes de cualquier otra cima. El pico son los restos de la chimenea que quedaron al derrumbarse el volcán y todo el macizo se corresponde con lo que fue la caldera del volcán.
Las vistas son idílicas y hasta tuvimos ocasión de ver a los caballos salvajes pastar en los alrededores del ibón y beber en sus aguas.
La subida nos ha llevado un par de horas, subiendo tranquilos pero sin pausa, salvo algunas para admirar el paisaje, tomar unas instantáneas y beber algo de agua. Ahora vamos a buscar un lugar agradable cerca del agua para reponer fuerzas, seguir bañándonos con estas vistas y disfrutar de la naturaleza, antes de iniciar el camino de vuelta.
Se me va la noción del tiempo en este espacio sacado de postal. No sé ni cuántas fotos he tomado, y eso que, al olvidarme la cámara de fotos en Valencia, voy con mi humilde móvil. Cuánto me he acordado de mi cámara en esta escapada, dejármela olvidada, casi me da un soponcio cuando me di cuenta de ello en Zaragoza. No me lo podía creer, pero fue el resultado de unos días/semanas de ir a 1000 en el trabajo. Menos mal que las botas de montaña no las olvidé.
Regresamos por el mismo camino que habíamos subido. El regreso se hace más corto, aunque a mí me gustan menos las bajadas por que mis rodillas sufren lo que no está escrito, pero con tiento, poniendo la vista en los cantos rodados y con mis bastones, en 1 hora y 45 minutos, estamos en el parking donde habíamos dejado el coche.
Ha sido una ruta preciosa, lo que nos encontramos en la cima no tiene precio. Seguro que volveremos a repetirla. Ahora volvemos al hotel a por una buena ducha y una buena cena.
Etapas de este viaje:
- Ibones de Anayet en el Valle de Tena
Otras rutas por la zona:
- Lanuza, su Embalse y Hotel La Casueña
- Del Embalse de La Sarra al Ibón de Respomuso, en el Valle de Tena
- Descubriendo el Pirineo Bearnés, el Valle de Ossau
Bon Voyage!