La filmografía de Roman Polanski es una curiosa mezcla de evolución y supervivencia: desde los inicios ligados a las vanguardias artísticas --Dos hombres con un armario (1958), El cuchillo en el agua (1962)-- supo saltar a la autoría cinematográfica, como ordenaban los tiempos, y completar obras polémicas y muy personales --Repulsión (1965), El baile de los vampiros (1967), La semilla del diablo (1968)-- que mantienen su vigencia. Y de ahí reinventarse y dar un nuevo salto a los géneros comerciales --Chinatown (1974), Frenético (1988), Lunas de hiel (1992), hasta culminar con El pianista (2002) que le consagró en Hollywood-- conservando buena parte de lo mejor de su estilo. Ahora, en plena madurez artística, Polanski se dedica a hacer lo que sabe: películas que transmitan sus obsesiones personales y a cambio ofrecen al espectador entretenimiento sin complejos.
El escritor (2010) es una muy interesante aproximación --formal y argumental-- al thriller hitchcockiano más clásico; si además le añadimos su excelente factura técnica, contundencia narrativa, credibilidad interpretativa y tensión cuidadosamente dosificada, el espectador --sea fan o no de Polanski-- tiene garantizado un muy buen rato de cine. No falta ninguna de las convenciones propias del género: protagonista ajeno al ambiente en el que se sumerge (un escritor al que encargan la biografía de un importante político, claramente un sosias de Tony Blair), una intriga de alta política internacional acerca de «la inefable constelación de líderes que gobernaban el mundo hace unos años, sus patéticas decisiones, sus torpes declaraciones y el convencimiento íntimo de que el mundo se gobernaría mejor bajo el imperativo del miedo» (
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">Sesión discontinua dixit). Yo creía que semejantes mimbres sólo darían para «sesudos ensayos y sangrantes parodias durante décadas», pero olvidé la capacidad del thriller para aportar su granito de arena. Y finalmente un MacGuffin que se ajusta perfectamente a su definición: ser banal pero eficaz. Poco importa que el argumento no se sostenga en un mundo en el que existen los móviles e Internet, ni que el enigma esté burdamente escondido; aunque para compensar estas inconsistencias nos ofrece un imaginativo uso de los navegadores para coche.
Una lectura superficial de El escritor destacaría su punto de vista crítico respecto a los desastres provocados por el trío de las Azores y bla, bla, bla... No creo que ese sea, ni mucho menos, el objetivo de Polanski. Ambientar la historia en acontecimientos recientes es una forma de aportar credibilidad y verosimilitud muy habitual en el thriller, pero desde luego Polanski no es Ken Loach ni El escritor trata de seguir la estela de Agenda oculta (1990). Una de las constantes temáticas de Polanski es el mal sobrevenido, las formas imprevistas que tiene de involucrar a individuos inocentes; en este sentido, el personaje interpretado por Ewan MacGregor me recuerda al Harrison Ford de Frenético, con la diferencia de que el primero pretendía recuperar su felicidad, y el segundo es un ingenuo que llega a pensar que puede enfrentarse a un poder que le supera.
Ritmo narrativo pausado, sin caer en la lentitud y el aburrimiento, tensión incremental convincente, desenlace al más puro estilo Hitchcock y plano final de impecable resolución. Un digno filme de género que envejecerá pronto, pero que hoy destaca por su uso clásico de recursos injustamente arrinconados.