Revista Cultura y Ocio

In Memoriam: Elie Wiesel.

Publicado el 03 julio 2016 por Alguien @algundia_alguna

Elie Wiesel ha muerto a los 87 años. El superviviente del Holocausto, Premio Nobel de la Paz (1986), escritor, filósofo, periodista y conocido luchador contra el antisemitismo, racismo, intolerancia y demás lacras de la humanidad, falleció el sábado 2 de julio de 2016 en Nueva York.

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Nacido en 1928 en Sighet (Rumanía), estudiante en Francia, residente de Estados Unidos y varias veces sugerido como presidente de Israel del que era un gran defensor, Wiesel solía decir: “Porque recuerdo, me desespero. Porque recuerdo, tengo el deber de rechazar la desesperación“.

A los 15 años Wiesel fue trasladado con toda su familia al campo de concentración de Auschwitz, donde murieron su madre y su hermana pequeña Tzipora. Sus dos hermanas mayores sobrevivieron. Después, él y su padre, Shlomo, fueron trasladados al campo de Buchenwald, donde Shlomo murió poco antes de la liberación en abril de 1945. Wiesel llevó toda su vida el tatuaje con el número de prisionero A-7713. Y prometió no olvidar nunca a los millones de víctimas.

Wiesel, más que nadie, imprimió la memoria del Holocausto en la conciencia del mundo y se convirtió en un exitoso autor con una fructífera carrera literaria. Entre sus publicaciones más destacadas se encuentra su famosa “Trilogía de la noche que escribió en varios años sobre sus experiencias en los campos de concentración y que incluyen: “La noche” (1958), “El alba” (1960) y “El día” (1961).

Otras obras en su haber son: “Los judíos del silencio” (1968) “Un mendigo en Jerusalén (1969)” por la que recibió el Premio Médicis, “Celebración bíblica: relatos y leyendas del Antiguo Testamento” (1972), “El juicio de Dios” (1979), “El testamento” (1980), “Contra la melancolía” (1981), “El quinto hijo” (1983) que mereció el Premio de Literatura de la Ciudad de París o “La ciudad de la fortuna” (1992). El primer volumen de sus memorias, “Todos los ríos van al mar”, se publicó en Nueva York en 1995 y el segundo “Y el mar nunca se llena” en 1999.

Además de su trabajo como escritor, también se desempeñó como profesor de humanidades. En 1986 fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, él no se definía por sus labores intelectuales sino por el gran vacío que llenó como testigo y sobreviviente del horror desencadenado por el régimen de Adolf Hitler.

Tras la masacre sistemática de judíos que ejecutó el gobierno alemán, Wiesel emergió como una de las voces que dio detalles sobre la gravedad de lo sucedido y trató de dilucidar cómo cambió la concepción de humanidad y la idea de Dios.

Durante casi dos décadas, sobrevivientes traumatizados —y muchos judíos estadounidenses que se sentían culpables por no haber hecho lo suficiente para rescatar a sus hermanos— parecían congelados por el silencio. Wiesel usó la fuerza de su personalidad y su genio literario para expresarse con frases inquietantes y así exhumar el Holocausto del cementerio de los libros de historia. Su labor contra el olvido y la violencia fue lo que reconoció el comité del Premio Nobel cuando se le otorgó el máximo galardón de la paz en 1986. Los voceros del comité dijeron:

“Wiesel es un mensajero de la humanidad”. “Su mensaje es de paz, reconciliación y dignidad humana. Su creencia de que las fuerzas que combaten el mal en el mundo pueden lograr la victoria es una convicción que se ganó duramente”.

En su discurso de aceptación dijo “donde sea que los seres humanos atraviesen sufrimientos y humillación, hay que ponerse del lado de alguien”. “La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima”, agregó.

Wiesel se dio a conocer en 1960 con la traducción al inglés de “Night”, su relato autobiográfico de los horrores que presenció en los campos de concentración cuando era apenas un niño de 15 años. Escribió sobre la culpa que sentía por haber sobrevivido mientras millones de personas murieron, y sobre el tormento que experimentó al dudar de la existencia de un Dios que hubiese permitido esa masacre. Escribió:

“Nunca olvidaré esa noche, la primera noche en el campo, que convirtió mi vida en una larga noche, siete veces maldita y siete veces sellada. Nunca olvidaré ese humo. Nunca olvidaré las pequeñas caras de los niños, cuyos cuerpos vi convertirse en espirales de humo bajo un cielo azul en silencio. Nunca olvidaré esas llamas que consumieron mi fe para siempre. Nunca olvidaré el silencio nocturno que me privó, por toda la eternidad, del deseo de vivir. Nunca olvidaré esos momentos que asesinaron a mi Dios, a mi alma, y convirtieron mis sueños en polvo. Nunca olvidaré eso, incluso si estoy condenado a vivir tanto como Dios mismo. Nunca”.

Wiesel se dedicó a escribir novelas, libros de ensayos y reportajes, dos obras de teatro e incluso dos cantatas. Mientras que muchos de sus libros eran sobre los judíos soviéticos o los maestros jasídicos, todos se centraban en cuestiones de profunda resonancia, incluso más allá del Holocausto: ¿Cuál es el sentido de vivir en un universo que tolera la crueldad inimaginable? ¿Por qué el mundo guardó silencio? ¿Cómo se puede seguir creyendo? Wiesel hizo esas preguntas en una prosa libre, sin levantar la voz y se abstuvo de buscar respuestas.

Si he sobrevivido, debe ser por alguna razón”, le dijo a Michiko Kakutani de The New York Times en una entrevista en 1981. “Tengo que hacer algo con mi vida. Es demasiado serio como para seguir jugando porque, en vez de mi, otra persona pudo haberse salvado. Yo trato de hablar en nombre de esa persona. Pero, por otro lado, sé que eso no es posible”.

En una entrevista con EL PAÍS cuando contaba 58 años, Eli Wiesel reflexionaba sobre la generación de intelectuales supervivientes de los campos de los nazis, de la que salieron Primo Levi, Simon Wiesenthal, Jorge Semprún o él mismo. “Nunca ha habido una generación a la que obsesionara tanto la memoria como la nuestra, pero creo que es el patrimonio que debemos dejar a nuestros hijos“.

Wiesel, dotado de una gran capacidad para escribir, escuchar y hablar, deja también frases para posteridad. He aquí tres botones de muestra como “olvidar a los muertos es lo mismo que matarlos por segunda vez”, “Una persona íntegra puede hacer una diferencia” o “los supervivientes juraron su juramento: Nunca Más”.

Fuente: El PaísEl MundoNY Times

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