Cada vez que estoy contigo, todo se paraliza, me paralizas.
Las dudas se unen con las certezas y aunque no llegan a un acuerdo, el momento de verte hace que todo cambie. Haces que mi mundo gire a tu alrededor y pierda la cabeza, pues no me permites dar un paso sobre seguro ya que en mi estómago se mueven mariposas cada vez que pienso en ti o cuando nos vemos. Pero donde más daño haces es en mi cabeza, provocas la alteración de todas y cada una de mis neuronas y entonces, soy incapaz de moverme fuera de tu círculo de influencia sobre mi.
En cambio contigo, sí que me muevo, haces que me mueva, aunque esté cansado, haces que mis sentimientos y mi pensamiento no paren de moverse de un lado para otro, revolotean al igual que esas mariposas que vuelan un poco más abajo. Revolotean dando golpes contra las paredes de mi cabeza y la razón eres tu.
Ya no se si soy yo el que está dentro de ti cuando nos vemos o estás tu dentro de mi, sólo se que cuando nuestros cuerpos y nuestras almas se unen, se produce un estallido que provoca un millón de sentimientos que van y vienen como tu a verme.
El placer se encuentra de cara con el dolor. La sonrisa se encuentra de cara con la mueca de la espera hasta la próxima vez. Cuando me das la espalda y me estás mirando. Cuando me haces sudar. Me arañas, me atrapas. La locura se desata en cualquier lugar donde nos encontremos. La sensación de riesgo es quizás la más inquietante y hace que cuando todo sale finalmente bien, se disfrute el doble. Si no, recuerda cuando viniste a visitarme a aquella habitación, o lo que ha ocurrido hoy.
Si me rozas, me tambaleo. Si me tocas, me muero.
Cuando me tomas, soy sólo para ti, y no hay forma de escapar a tus encantos. No deseo tampoco hacerlo. Y cuando te alejas, en realidad la sensación de haber pasado ese tiempo contigo me reconforta de una manera indescriptible, sin conclusiones, esperando ansioso la próxima vez.
¿Sabes una cosa?
Me vuelves loco.