Revista Cultura y Ocio
Por fin hemos conseguido que se geste, se forme y se consolide un movimiento ciudadano popular exento de etiquetas (aunque IU ya ha intentado sacar unos votos) y donde confluye gente de todo pelaje y toda clase social. Gente que tiene algo en común: la indignación contra la clase política y la dictadura de los bancos. Al igual que ha sucedido en Oriente Próximo y el Magreb, Internet ha sido el ágora donde nos hemos encontrado todos los indignados. Unos tienen una participación más activa, otros menos, pero, en cualquier caso, y más importante, la mayoría tenemos un nivel de indignación bastante alto. En mi opinión, parte de la culpa la tienen dos grandes pensadores, nada jóvenes, por cierto, como son Stéphan Hessel y José Luis Sampedro, quienes han arengado a una juventud tan ávida de cambio como acomodada en su poltrona con Canal +. Es posible que ellos hayan encendido la mecha que necesitábamos, convirtiendo el derrotismo y el pasotismo en indignación y consiguiendo, no solo que nos demos cuenta de la situación, sino también que ésta nos haga hervir la sangre. El Facebook y las redes sociales han hecho el resto: organización, intercambio de información, retroalimentación… Y, por si fuera poco, también hemos contando con la inestimable ayuda de la policía antidisturbios, que, para no romper la tradición, ha avivado el fuego jugando sucio (ver vídeo). Se puede ocupar la vía pública cuando España gana el Mundial, pero no se puede ocupar de forma pacífica en una concentración ciudadana. Y bien, aquí estamos, aquí hemos llegado y aquí nos vamos a quedar. Si seguimos, si aguantamos dando la barrila durante meses, quizá consigamos una democracia más justa, más participativa y, sobre todo, la desaparición de la oligarquía de la banca. O quizá no. Pero ahí estamos, y nos tienen miedo…