Y es que estaba yo adentrándome en Sirens cuando, en la página 39 (sí, tan pronto ya…), me he encontrado con esta descripción:
El otro dependiente rebuscaba en ese momento en una pila de películas antiguas:
-Perdona, ¿qué otras películas tenéis de Nicole Kidman?
En los seguros cuarenta minutos que llevaba allí no me había fijado en él, solo lo había visto pasar de refilón un par de veces y ahora que lo tenía erguido frente a mí como si hubiesen extraído toda la belleza del universo y la hubiesen comprimido en un muchacho de mi edad, no entendía cómo no me había fijado antes.
-¿Eres una fan?
¿Qué era eso que se hace con la nariz y si no mueres? Era la primera vez que un chico me dejaba sin respiración, de hecho, los chicos no solían impresionarme a primera vista, ni a segunda, ni a las consecutivas vistas. Pero este poseía algo especial que se intuía más allá de su beldad, alto, bien formado, nunca me habían gustado los pelirrojos pero este era algo singular. Tenía pinta de ser un rubio teñido a juzgar por sus raíces doradas, ojos azul claro, labios finos, rosados, perfectos, ni una sola peca y su piel tampoco era pálida del todo. Miré hacia la pila de películas indagando de qué peli de superhéroes se habría escapado.
Y yo, que cuando hay algún fragmento que me hace pensar en otra cosa me abstraigo que da gusto, no he podido evitar un alzamiento de ceja y divagar conmigo misma sobre lo harta que me tienen los personajes guapos y pensar en escribir un post quejándome un rato, que de tanto en tanto va bien. A este todavía no lo conozco y no sé si será prota, secundario o qué; puedo intuir que algo “especial” tendrá para ser tan perfecto, pero si no… ¿es que a caso está prohibido que al prota de una novela le salgan granos? ¿o que tenga la nariz torcida? ¿o las orejas grandes? Puedo llegar a entender (aunque con bastante esfuerzo) que se espere un hombre con buena planta en las novelas adultas/eróticas pero ¿es necesario que los personajes masculinos de las novelas juveniles sean tan maravillosamente perfectos? Primero que engañamos al personal y después cuando una crece y no encuentra a Charming acaba hundiéndose en la miseria: no, pre-adolescentes y adolescentes que nos leéis, no existen Edward Cullen (lo más próximo a él es Robert Pattinson y mejor me guardo mi opinión con respecto al muchacho), ni Alex Fuentes, ni Dimitri Belikov, ni… cualquier prota masculino de una novela juvenil. No, ahora en serio, realmente lo que me repatea es lo segundo: que, al menos a mí, ya me cansan. Estoy un poco harta de las descripciones que nos dan sobre lo buenorros que están los protas, sobre sus músculos marcados bajo esa camiseta (aborrecí a Maggie de Paradise cuando soltaba comentarios de ese tipo respecto a Caleb), sus bellos labios, sus grandes manos o el brillo sobrenatural de su melena al viento.
No negaré que me gusten los protas guapetes, pero creo yo que se podría ser más sutil y convencernos de que el personaje en cuestión es un Dios sin descripciones tan superficiales como esta (que dos páginas más allá incluso la prota “se excusa” a sí misma diciendo que nunca había pensado así, que si tal… que si la ha obnubilado y por eso ha dicho esas cosas… Sí, sí, pero tú ya lo has soltado, eh, maja).
Quizá es que he pillado este libro en mal momento (no exagero cuando digo que podría haber escrito un par de posts más como este con algunas cuestiones que me he planteado en cuarenta páginas, sobretodo por cosas de la prota), pero no sé qué pensar.
Kiwi me mandó por sorpresa Sirens (yo pensaba que esta editorial me había hecho la cruz después de las reseñas que han caído de sus libros) y me entusiasmó muchísimo porque no me lo esperaba, pero de momento le saco más pegas al libro que ventajas (breve adelanto: prota, narración, ritmo).
Ya, son más de 400 páginas, no llevo ni un diez por ciento de lectura, pero cuando empiezo así… me conozco.
Nia