Que levante su afortunada mano quien pueda asegurar que nunca ha tenido que soportar la carencia de civismo de un vecino molesto. Ese que habla a gritos por la ventana a la hora de la siesta, o el que monta una fiesta para sus amigos y el resto del edificio, o esos tacones que taladran la moral cuando pretendes concentrarte o te duele la cabeza. Hay tantas creativas formas de molestar a quien vive a tu lado con el simple hecho de ignorar la realidad de que no resides solo en pleno desierto…
Pues bien, esta es la historia de dos vecinos que en plena Segunda Guerra Mundial son víctimas y únicos supervivientes del naufragio de una batalla naval. Ambos logran en lo que será el inicio del relato alcanzar la playa de una minúscula isla desierta. Ah, y se me olvidaba comentar el pequeño detalle de la identidad de los protagonistas de la cinta: uno es un oficial japonés y el otro un soldado estadounidense. Imagínense “la risa” cuando se encuentran. Como vecinos y enemigos que se precien, ambos dedican el máximo de energía e imaginación (y de esto último uno va sobrado cuando tiene todo el tiempo del mundo) a hacer la puñeta al otro con toda la saña que las dificultades obvias de la situación les permitan. Y ya luego está eso de alimentarse, buscarse un refugio y el resto de menesteres propios de un náufrago.
Los actorazos que dieron vida a estos desgraciados fueron nada menos que Lee Marvin (carismático y socarrón) y Toshirō Mifune (porte digno y por momentos casi teatral en los gestos, de esa escuela japonesa clásica que hace recordar su presencia en cintas como Los siete samuráis), que completaron un trabajo soberbio con una historia entre manos intimista, tremendamente humana y centrada en sus figura, con la dificultad añadida de ser los únicos actores del reparto. Sin embargo, los tira y afloja de estos desdichados militares desprenden una mágica conexión entre ambos que solo dos grandes en estado de lucidez interpretativa pueden alcanzar.
En el año 1968, el británico John Boorman logró la difícil empresa de presentar una película que iba más allá del escenario que nos mostraba, que iba mucho más allá del género y los espacios naturales en los que se enmarcaba. Un trabajo con admirable sentido del ritmo (práctica general en la carrera de este director) y magnífica fotografía que ensalza la belleza de la isla al igual que el magnetismo de la interpretación en el momento de mayor madurez profesional de los protagonistas.
Pero si hay que elegir un elemento que caracterice especialmente el trabajo de Boorman es el de asumir riesgos en la elección de sus proyectos, de innovar contando cosas basadas en guiones que no tienen puesto el cartel de “éxito asegurado”, y que acaban perdurando.
Acabaremos precisamente hablando del final, porque la cinta comienza y también termina justo como debe. Pero para darte cuenta de ello tienes que reflexionarlo a posteriori, lo cual quiere decir que no por lógico se hace previsible. Deliciosamente recomendable para públicos de cualquier tipo, reacios al cine bélico incluidos.
Dirección: John Boorman. Título original: Hell in the Pacific. Género: Drama/ II Guerra Mundial/ Supervivencia. Duración: 103min. Reparto: Lee Marvin, Toshirō Mifune. Guión: Alexander Jacobs, Eric Bercovici. Música: Lalo Schifrin. Fotografía: Conrad Hall. Fecha de estreno: 18 de noviembre de 1969 (España).