
Nuestro jardín es la envidia del vecindario y yo me hincho. Desde lo alto de mi casa del árbol, la vista es todavía mejor. El suelo parece una alfombra de colores y además sube un olor muy rico. Muy distinta a la de mi cuarto, está descolorida y huele a pies.
En mi refugio el tiempo pasa muy deprisa. Desde mi puesto de vigilante protejo al barrio. Como hacía papá.
Texto: Beatriz Carilla Egido