La imagen empieza a sustituir con éxito a la palabra en las plataformas sociales. En menos de un lustro Twitter y Facebook han quedado asociadas a viejunos de la Era Gramática que todavía creen que darse a conocer y colaborar se debe hacer mediante la escritura. Ambas han visto drásticamente reducida la longitud de sus textos (ya de por sí limitados en la primera) y han pasado a alimentarse fundamentalmente de imágenes. Los comentarios no acompañados de imágenes apenas se prodigan, la mayoría sirven para puntuar fotos, lugares, estados de ánimo, vídeos, canciones, encuestas, anécdotas, chorradas... Y si hay poco tiempo y ganas, una simple «Me Gusta» es suficiente. No importa que se trate de la reseña de una catástrofe, porque el verdadero significado es que «me gusta lo que ha colgado mi amigo/a, independientemente de su contenido». Haría falta un botón específico para estos casos de malas noticias o desgracias, porque las reacciones a base de Me Gusta producen un efecto ambiguo o desestabilizador.
Proveer de imágenes las redes sociales no sería posible sin unas herramientas ubicuas, sencillas y presentes en todos los smartphones: Instagram (recién adquirida por Facebook en abril de 2012) y SocialCam (recién adquirida por AutoDesk en junio). La primera permite compartir fotos y la segunda vídeos al instante. Lo que está sucediendo tiene un casi inmediato reflejo en la web, hasta el punto de que, igual que sucede con los viajes turísticos, da la sensación de que es más importante decir que se ha vivido que vivir. Probablemente ésta sea una de las causas del exceso de narcisismo que transpiran estos tiempos.
Poco a poco se consolidan las aplicaciones sociales en las que la palabra escrita ya no es el principal vehículo de expresión; se prefiere la imagen porque no requiere articulación del pensamiento. Pinterest es el nuevo muro de moda entre los nativos digitales más jóvenes: un inmenso panel virtual en el que compartir imágenes de aficiones o pasiones. Aunque el usuario/consumidor ya se las sabe casi todas y enseguida, antes incluso de que la propia aplicación tenga detrás un modelo de negocio, han surgido usos imprevistos más sistemáticos y orientados a la promoción comercial y publicitaria: recetas de cocina, ideas para decoración, maquillaje, moda... Profesionales que aprovechan el medio para conseguir audiencia y hacerse un hueco en el mercado. Aunque por encima de todo, y en eso consiste la verdadera clave del éxito de Pinterest, está su enorme capacidad para, de una forma sencilla y directa, dar salida a todo nuestro narcisismo latente: en teoría deberían ser imágenes para expresar estados de ánimo, o visitas a lugares interesantes, momentos perfectos... pero en la práctica son fotos (las privadas) que en ocasiones bordean el sexting emocional. Y gatos, muchísimos gatos... Es curioso: la mujer que vive sola con un gato es, en nuestra cultura sentimental, el arquetipo de la soltera urbana rarita y misántropa. ¿Será que este colectivo ha encontrado un lugar para dar salida a sus obsesiones solipsistas o es que hay muchas más de las que creemos? Cualquiera de las opciones da miedo.
La gente visita Pinterest por la misma razón que nuestros abuelos llevaban exvotos a los santuarios con fama de milagreros: a ver quién y qué había colgado. No era tanto el agradecimiento por la curación como la curiosidad por ver lo que la gente dejaba como ofrenda. De momento, ni creadores ni audiencia saben exactamente a qué obedecen sus respectivos impulsos ni las razones verdaderas de su éxito, pero la acumulación de imágenes está ahí. Y aunque la imagen apenas está contextualizada, al menos --respecto a Facebook-- hemos superado la fase de respuestas a base de lugares comunes, felicitaciones de cumpleaños o meras banalidades: «¡Guapa!», «¡Precioso!», «¡Te lo mereces!», «¡Eres la mejor!», «Wapi!!!»...
Son innegables las ventajas de la imagen sobre la palabra: su éxito es clave en una sociedad que la explota para alimentar el deseo y el consumo inagotables. Le habla al cuerpo antes que a la mente. Se dirige a lo instintivo --ahí están esos miles de petabytes de porno que no paran de crecer-- antes que a lo reflexivo, por lo que no debe sorprender su eficacia entre una juventud tecnológicamente funcional. La palabra exige capacidad de comprensión superior, esfuerzo de síntesis, sentido analítico, espíritu crítico... y no hay tiempo ni ganas para todas esas cosas. Es una cuestión de economía: la imagen proporciona más o menos lo mismo en forma balbuciente con un esfuerzo mínimo, y de paso sugiere significación básica (en realidad meros estados del mundo o del ánimo), la suficiente para que cada cual la complete en función de su experiencia y entendimiento. Sin contexto y sin mensaje apenas puede decirse que haya comunicación, si acaso una bienintencionada y/o egoísta comunión de intenciones.