Abre las ventanas para que se marche ese aire denso y pegajoso acumulado durante el interminable año en que te mantuviste encerrado. Corre las cortinas para que la luz revele tu verdadera apariencia, esa que solo el día de Nochebuena piensas que vale la pena mostrar. Desnúdate ante el espejo y mírate con renovada ilusión; incluso, si puedes, esboza una sonrisa. Toma una ducha caliente con jabón perfumado, haciendo hincapié en desenredar tu hirsuta barba. Rescata del perchero esas prendas coralinas que te hacen sentir tan benévolo e importante y sal a la calle. Pon dos dedos en tu boca y silba vigorosamente llamando a los renos. Aguarda pacientemente a que lleguen surcando los cielos al son de sus cascabeles. Mientras tanto, mantén bien asidos tus sacos de regalos, no vaya a ser que, en medio d! el ajetreo típico de estas fechas, otros que también se creen Papá Noel se los quieran anexar. ¡Ah! Y no te desanimes si al final es un taxi el que pasa a recogerte.
Texto: Sara Lew
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