Revista Opinión

Insubordinación

Publicado el 31 mayo 2013 por Miguelmerino

Mi general, señores generales y jefes que componéis la Junta:
Podéis estar orgullosos de vuestra obra.

Leyenda del César Visionario, Francisco Umbral

El general Pastor llamó a su asistente, el cabo Bermúdez.

- Cabo, prepare el coche que salimos a una misión en territorio enemigo.

- ¿El Dodge, mi general?

- Pues claro, ¿cual si no?

- A la orden de vuecencia, mi general.

El general se subió a la parte trasera del Dodge y ordenó al cabo:

- Al Club Yazmina. ¡Rápido!

Cuando llegaron al club Yazmina, subieron las escaleras, primero el general y dos pasos por detrás el cabo. Allí les recibió la propia Yazmina, dueña del club.

- Buenas noches general Pastor, es un honor para este humilde club su presencia esta noche. Alá ha escuchado mis plegarias.

- Déjate de zalamerías y dile a Zoraida que salga.

- Enseguida mi general. Tómese un  té, mientras se desocupa. Invita la casa.

- ¿Cómo que mientras se desocupa? ¡La quiero aquí ya! Y que le peguen dos tiros al hijoputa que esté con ella. Y déjate de mariconadas de té. Prepara una botella de cazalla.

- Ibrahim, dile a Zoraida que venga inmediatamente. Esté con quien esté.- Ordeno Yazmina a su criado.

Zoraida era una mora muy joven, apenas dieciséis años, de ojos verdes y piel de aceituna, tersa y suave. Enseguida se dirigió al general con su mejor sonrisa y cogiéndolo del brazo se lo llevó a su habitación.

- ¡Cabo, síganos! Y no se olvide de la cazalla.- Ordenó el general al cabo Bermúdez.

Éste, algo azorado, cogiendo la botella, los siguió hasta la habitación. Una vez allí, Zoraida se desnudó e hizo lo mismo con el general. A continuación empezó a trabajarlo con la boca hasta que notó que el general endurecía. Se acostó en la cama boca arriba abriendo las piernas para recibirlo, y el militar enseguida empezó a embestirla. Al segundo embate, el general notó que aquello se aflojaba y dirigiéndose al cabo:

- ¡Cabo! ¿Está usted duro?

- Sí mi general.- Contestó el cabo de manera algo apocada.

- ¡Pues encúleme!

- ¿Cómo dice vuecencia, mi general?

- ¡Qué me encule coño! ¿Tengo que repetírselo?

- ¡A la orden de vuecencia, mi general!

Y el cabo procedió a dar cumplida cuenta de la orden recibida.

- Haga el favor de acompasarse a mi ritmo, si no, no vamos a ninguna parte.- Indicó el general.

Durante unos minutos, ambos militares estuvieron embistiendo, cada uno en su objetivo, a un ritmo más o menos similar. De repente, el general se derramó en Zoraida y cuando terminó le preguntó al cabo:

- ¡Cabo! ¿Se ha corrido usted?

- ¡Sí mi general!- Contestó el cabo con voz de satisfacción.

- ¡Es usted un mariconazo! Queda arrestado por insubordinación y prácticas contra natura.

- ¡Pero mi general!- Se quejó el cabo estupefacto.

- ¡Ni mi general, ni leches en vinagre! Es usted un maricón de tomo y lomo. ¿Cómo se le ocurre correrse en mi culo?

Se vistió el general y salieron precipitadamente a la calle. Cuando llegaron al acuartelamiento, el general entregó al cabo en el Cuerpo de Guardia:

- Metan a este maricón en el calabozo. Mañana se le hará un juicio sumarísimo.

El cabo Bermúdez fue fusilado, al segundo día, contra la tapia norte del cuartel. En la sentencia se indicaba, que era condenado a morir fusilado por prácticas contrarias al honor del ejército en tiempo de guerra.


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