Los objetivos originales del test de inteligencia se remontan a principios del siglo XX, cuando Alfred Binet (1857-1911), director del laboratorio de psicología de la Sorbona, se decidió a estudiar en 1904 cómo medir la inteligencia de los niños a requerimiento del ministro de educación. La idea consistía en desarrollar unas técnicas útiles y aplicables a los niños con fracaso escolar.
Como buen seguidor de Broca empezó a medir cráneos, pero no funciono, en palabras de Binet:
“…para llegar a la desalentadora conclusión de que a menudo no existía ni un milímetro de diferencia entre las medidas cefálicas de los alumnos inteligentes y de los menos inteligentes. La idea de medir la inteligencia midiendo las cabezas pareció ridicula…”
Así pues, decidió utilizar métodos psicológicos. Binet decidió inventar una serie de tareas que permitirían valorar la inteligencia del usuario del test. Selecciono una amplia serie de tareas breves, relacionadas con problemas de la vida cuotidiana. Y las asoció a aspectos racionales básicos como la dirección, la comprensión, la invención y la crítica. Decidió atribuir a cada tarea un nivel de edad, definido como aquel en que un niño de inteligencia normal era capaz de realizar por primera vez con éxito la tarea. Ideó a partir de estos datos la “edad mental” del individuo, que correspondía a las últimas tareas del test que había podido realizar con éxito. El nivel intelectual se calculaba restando la edad mental de la edad cronológica.
En 1912 el psicólogo alemán W.Stern dividió la edad mental por la edad cronológica y así nació el cociente de inteligencia o CI. Adquiriendo un uso y un abuso en su aplicación, sin tener en cuenta la opinión de su creador, tal como dice Binet:
“En rigor, la escala no permite medir la inteligencia, porque las cualidades intelectuales no pueden superponerse y, por tanto, es imposible medirlas como se miden las superficies lineales”
Para Binet la inteligencia puede desarrollarse por medio de una educación adecuada, bajo ningún concepto es una cantidad fija y heredada.
Pero en Norteamerica se crea y se aplica la teoría hereditarista de la inteligencia obtenida a partir del test de inteligencia. Seguramente como reacción al miedo de los norteamericanos frente a la mano de obra barata de la gran cantidad de inmigrantes procedentes de la Europa del sur y del este.
Gould nos dice que los psicólogos norteamericanos falsearon los principios del test de Binet, persuadiendo a todo el mundo que estos tests proporcionaban la medida de una magnitud con entidad independiente, innata y carácter hereditario. Es decir, utilizan la falacia de la cosificación y del hereditarismo.
Gould explica que la falacia hereditaria no consiste en decir solamente que la inteligencia es heredada, sino en extraer la identificación de heredable con inevitable. Evitando todo recurso a las condiciones ambientales. Si se aplicase este criterio un CI bajo puede mejorarse mediante una educación adecuada. Gould pone el ejemplo de la altura, es indudable que tiene un componente hereditario, pero las condiciones medioambientales de salud y comida abundante favorecen el crecimiento.
En definitiva, es difícil definir la inteligencia y en qué zona del cerebro reside. Pero sin duda, la parte del cerebro donde residen las capacidades mentales superiores de los humanos es en el neocortex. Es una fina capa que recubre la zona más externa del cerebro y presenta una gran cantidad de surcos en su superficie, se cree que apareció hace un millón de años.
El neocortex tiene un grosor de unos dos milímetros y está dividido en seis capas. Pero la inteligencia de los humanos no residiría en su grosor ni en sus capas sino en su superficie. Extendida sería del tamaño de una servilleta y contendría más de 30.000 millones de neuronas. Es en estas neuronas del neocortex donde se encuentran nuestros recuerdos, conocimientos, habilidades y experiencias.
El truco reside en su organización, el neocortex está muy jerarquizado. Cada capa tiene su función pero a la vez se encuentra relacionada con las capas superiores e inferiores.
La información procedente de los sentidos entra por las capas inferiores mediante impulsos nerviosos, y a medida que esta información asciende por las capas superiores se procesan aspectos más abstractos de la información. Finalmente la capa superior decide que es lo que están detectando los sentidos. Y curiosamente, si no lo sabe, se lo inventa.
Así funciona el neocortex, hace predicciones a partir de lo que detectan sus sentidos. Un cerebro inteligente acertará más que otro menos inteligente. La adaptación a una realidad cambiante lo hace menos vulnerable, el organismo no perece y tiene descendencia. No importa que la realidad fingida sea totalmente cierta, solo importa sobrevivir,…que no es poco.