Un narrador omnisciente nos cuenta, sin ninguna poesía, la huida de un chico de su pueblo. Un chico sin nombre , y un pueblo sin nombre. El chico escondido en un hoyo en la tierra oye las voces de los que le buscan, lo que es aprovechado por el autor para describir la vida en ese pueblo español de principios de los cincuenta. El chico huye , más concretamente, del alguacil al que su padre le vende. En esta huida hacia el Norte, se encuentra solo en medio de la "llanura eterna", en la más terrible intemperie en todos los sentidos. Pero va a aparecer su salvador, un hombre, un pastor, de pocas palabras pero vigilante, bueno, con el que va a encontrarse seguro, y quien le transmitirá "el rudimento, otorgándole en ese instante la llave de una sabiduría perenne y esencial". El narrador nos describe ahora el laboreo en la llanura y todo lo que pasa allí de una forma tan gráfica que podemos ver la liebre despellejada, los perros como sacos de huesos; oler la sangre, la baba, lo rancio, el sudor y la tierra; sentir el sol, el barrizal, la brisa que" atravesaba el edificio...meneando las telarañas", y sobre todo el Miedo, la culpa, la traición, la brutalidad, la lujuria, la codicia y el dolor.
"El dolor le hizo cerrar los ojos y le vacío por dentro"
Estamos ante un viaje en el que hay una pérdida total y brutal de la inocencia.
"Había bebido la sangre que convierte a los niños en guerreros"
Pero también es un viaje hacia un sueño, un paraíso, un destino guiado por la Estrella Polar, al que se puede llegar por medio de nuestra voluntad y nuestra capacidad para elegir : El Norte.
"Un tapiz verde en el que los árboles reposaban negligentes , ajenos a su propia abundancia...Agua brotando entre rocas siempre húmedas. Fresco musgo tapizándolo todo. Charcas donde la transparencia era ley y el sol iluminaba los lechos pedregosos. Torrentes momentáneamente remansados, donde la luz dibujaba espirales iridiscentes"